7/2/18

Terminar.

Se suele pensar que un cambio de ubicación, conlleva un cambio de vida. Pero, aunque se crea que con la mudanza quedarán los demonios en el antiguo emplazamiento, uno se va con su mismidad allá donde se mueva.

No se puede huir del cuerpo ni de la mente que se habita, a menos que abuses de la anestesia clínica o consigas el dominio de la psique de un maestro zen. Así que el panorama permuta, pero tu vida, no demasiado.

Da igual (o casi) vivir en la casa de la playa o en la capital del reino. La cotidianidad sigue (casi) igual. En la maleta me he traído mi caos y eso que traté de que se quedara atrás, lejos.

Solicito terminar con lo anterior, cerrar capítulos, dar carpetazo, cortar flecos. Sin embargo todo es tan complejo, tan pesado, tan lento, y yo estoy tan cansada que... ¡que no sé!

Me gustaría matar el tiempo hablando sobre Call Me By Your Name, sobre las olas gigantes de galerna de la semana pasada, sobre el hartazgo con el temita catalán y el inmovilismo de la clase política (15M, ¿dónde estás?, ¿dónde estamos?), sobre la granja que cuidaban mis padres cuando era una niña, sobre Milán, sobre lo fascinada que me tienen el Renacimiento y Nabokov y Hans Zimmer, sobre que no me gusta nada el color del año según Pantone... Me gustaría volver a escribir estas naderías mías, volver a fotografiar paisajes, volver a soñar y a dormir bien, la verdad.

Furioso Levante desde la casa de la playa. Por algo hay que empezar, ¿no? ;-)

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