24/7/18

Riqueza e impostura.

Hace un montón de años, durante intermitentes estíos, semanas santas y diciembres, tuve un amante rico. No es que me relacionara mucho con él y menos con su mundo, pero, circunstancias del querer, de vez en cuando me mezclaba con aquella especie de jet set campestre. Nunca noté nada excesivamente raro estando con ellos y quizá las extrañezas provinieran más de mis prejuicios hacia las clases sociales acomodadas que a la verdadera intención de las miradas de algunos cuando yo hacía acto de presencia en aquel olimpo.

Recuerdo, mera anécdota, que una noche mientras estábamos tomándonos un whisky en un bar, le robaron una cruzada de cuero nuevecita. Me miró y dijo sin arrugarse "vaya, parece que a alguien le gustaba mi cazadora" y seguimos bebiendo como si tal cosa. Para mí habría sido, en aquellos entonces en los que una prenda de piel era un auténtico lujo, un trauma digno de dar al traste no digo ya la noche de juerga sino todo el verano.

Hace tres días fui a ver a Jamiroquai al festival Starlite y me quedé tan perpleja ante la fauna que habitaba el peculiar entorno que cualquiera que hubiera reparado más de cinco segundos en mi estampa quieta y observante desde una esquina escondida entre estands publicitarios fulgurantes y baños de diseño, se podría haber preguntado si no fuera yo un extraterrestre en busca de información para realizar un informe acerca de los humanos y no una fan de Jay Kay y su banda. Por lo pronto me calcé unas Converse y no unos tacones, pero, ¡ingenua!, pensé que iba a un concierto pop en medio del campo y no a una boda de alto copete. Vamos, que me dejé el Chanel colgado en el armario de casa.

Aunque tampoco creo que allí hubiera demasiados chaneles, la verdad. Parecía todo de una falsedad tal que me costaba diferenciar la realidad de la pura ficción, aún sin haber ingerido ni una gramo de sustancias psicoactivas (permitidas y/o no). Fue como estar por primera vez en un zoológico; no sé explicarlo de mejor manera, un hábitat artificial creado para que sobrevivan fuera del propio especies de animales exóticos. Eso. Cartón piedra con muchas lucecitas. Y cerveza a precio de riñón. Y estar sentaditos en un espectáculo de música funk.

Madre mía. Si fuera el primer concierto/ festival al que voy, pero...

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