6/9/18

Comprensión lectora.

Durante las vacaciones de este remoto agosto en mi pueblo llovió un día agua y otro llovió Poesía. Desde el cielo un par de avionetas soltaron un montón de poemas que, gracias al suave viento del norte que soplaba aquel mediodía, se escondieron en los más recónditos lugares.

Fue maravilloso ir por las eras a punto de segarse, por los caminitos, bordear la tapia de las clarisas, mirar por debajo de los coches aparcados. Me sentí como una niña, ilusionada por hacerme con el mayor número de papeletas fluorescentes (la próxima vez que no se me olviden las gafas de ver para poder ver).

Eran poemas sencillos, de Fuertes, de Neruda, de poetas mainstream del siglo pasado, algunos de poetas menos conocidos por el público no asiduo como Pereda o León Felipe. Concretamente de este último fue el primero que encontramos mi casi-hermana Nina y yo:
¡Oh, pobres versos míos,
hijos de mi corazón,
que os vais ahora solos y a la ventura por el mundo...
que os guíe Dios!
Que os guíe Dios y os libre
de la declamación;
que os guíe Dios y os libre
de la engolada voz;
que os guíe Dios y os libre
del campanudo vozarrón;
que os guíe Dios y os libre
de caer en los labios sacrílegos de un histrión.
¡Que os guíe Dios!... Y el que os sacara
de mi corazón,
os lleve
de corazón
en
corazón.
Supongo que no soy buena leyendo en alto. Yo, en mi foro interno, me noto como un rapsoda heleno, pero de puertas para fuera temo que no es así la cosa: mi atento público me preguntó tras la lectura que qué significaba lo leído (insert emoji con sonrisa estupefacta).

En el transcurso de los siguientes días de recreo, con esas mismas personas que me oyeron declamar al bardo zamorano sin entender ni una coma, mantuve conversaciones –algunas de ellas bien acaloradas– sobre temas como el Procés, la Falange, la Guerra Civil Española, Ada Colau, Podemos y Venezuela, el Islam (así, en general), la inmigración, el nazismo y las primeras leyes animalistas (pregúntenme lo que quieran, ¡ja!), los ciclos hormonales femeninos, las catas arqueológicas, la sentencia de La Manada, Roswell y los niños índigo (¿eín?).

Ahora echen su imaginación a volar...

2 comentarios:

  1. Madre mía. Yo hace tiempo que me convencí de que no hay modo de hacer cambiar de opinión a nadie, en prácticamente nada. Así que decidí ponerme en modo discutir:off.
    Si tuviera que abordar todas esas cosas en el plazo de unos cuantos días, moriría.

    Mi conciencia ecológica me dice que la lluvia de poemas es un atentado a la naturaleza. Mi alma es una terrorista que se emociona y estaría dispuesta a reivindicarlo.

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  2. Una vez oí decir o leí que las opiniones son como los culos, que cada uno tiene el suyo. Y yo con las opiniones no me meto, salvo que sean una salvajada, desde mi subjetivísimo punto de vista, o parezcan erróneas como defender (todo) el nazismo porque legisló (las primeras) normas jurídicas de corte animalista. Hasta las cuatro de la mañana estuve tratando de comprobar si esas pioneras leyes eran ciertas. Y no, no lo son, no son ni pioneras ni muy animalistas. Con lo cual no hay opinión que valga porque simple y llanamente es incuestionable, y si defiendes todas las barbaridades nazis porque redactaron dos leyezucas de mierda en la que tenían un poco en cuenta la regulación de la caza y contra la vivisección (ok con esto, pese a que habría que profundizar en los matices, en las últimas o genuinas intenciones para prohibirla cuando ellos mismos experimentaban de tan brutal forma con ¡humanos!), estás completamente equivocado.

    Y como con este tema pasa con casi todos, aunque también es cierto que la complejidad de algunos de ellos (sobre todo si hablamos de temas sociales), llenos de detalles que pueden cambiar la percepción, pueden generar distintas verdades, todas ellas válidas en algún sentido. No sé...

    En cualquier caso, complejo o no, hay hechos que se pueden comprobar y opiniones que, depende de los interlocutores, pueden o no variar. Entre mi contexto personal se da más lo segundo, por lo que he podido observar este agosto.

    Respecto al ecologismo, ¡ay, Neo!, creo que soy ecologista antes que persona, o mejor dicho no conozco aspecto de mi ser que no sea ecologista. Y tengo un dilema moral tremendo con el tema de los viajes porque me encanta viajar, pero coger un avión es de las cosas más contaminantes que puede hacer uno como ser individual que es. Así que no te digo nada lo de coger un par de avionetas para tirar papelitos (quiero creer que biodegradables) para divertir durante media hora a la adocenada población de un pueblo vacacional... Pero ¡fue tan bonito! ;-)

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