4/10/18

Lo importante.

Estábamos antes de ayer en la casa de la playa, a punto de dar por concluso el día, cuando a las once de la noche, algo más tarde, uno de los dos que habitamos entre estas cuatro paredes hizo una llamada de trabajo a un compañero. No presté demasiada atención, pero el tema, desde luego, no iba de suturar una aorta en la mesa de operaciones sino más bien de contrastar un email de un cliente o algo así.

Lo primero que pasó por mi cabeza fue: estos dos, ¿no tienen familia?, ¿no tienen vida personal?... Obviamente la tienen (¡hola, cariño! 😉). Lo que no sé es si la aprecian.

Amanezco hoy con múltiples y espeluznantes noticias; una de ellas llama poderosamente mi atención (esta). No se me ocurre dolor más profundo que la muerte de un hijo, sea cual fuere la razón de dicha muerte, y no seré yo quien emita juicio de valor alguno sobre el –puedo imaginar–  desolado padre.

Sin embargo sí me puedo permitir pensar en el modelo de sociedad en que vivimos, que perpetuamos, y en el asco que me da la misma cuando pasan este tipo de incidentes.

4 comentarios:

  1. Voy a investigar más por aquí

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por el comentario, Jordi. Me alegro que, aunque muy triste como noticia, le pueda ayudar en sus proyectos.

      Eliminar
  2. Si no nos sentimos capaces de juzgar los actos más triviales de un ser humano, cómo vamos a juzgar a un padre.
    Al leer recordé una vieja historia, la de un padre alpinista que en una escalada perdió a su hijo. No es lo mismo, pero recuerdo su desesperación por sentirse culpable

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Terrible, Pau, terrible. La culpabilidad es un arma, iba a decir que de doble filo, pero no, es un arma a secas. Algunos que deberían sentirse culpables de sus actos, se les ve tan campantes por la vida. Y viceversa.

      Eliminar