21/2/21

(Agri)Dulces dieciséis

Siempre me he tenido por alguien inconstante. Incluso una vez se lo oí decir a mi padre. Le comentaba a mi madre que era culo de mal asiento a raíz de un curso de programación Basic que quería abandonar cuanto más pronto mejor.

Después del Basic vinieron otros abandonos. Unas oposiciones para no recuerdo muy bien qué que fueron sustituidas por el primer curso de Fotografía en Artes y Oficios en Barcelona que a su vez fue reemplazado por primero de Ciencias de la Información.

En mi defensa he de decir que las oposiciones las escogieron mis padres escogí a la desesperada por no querer perder un año de mi vida entre COU y la Universidad, y que la Fotografía la dejé —de estudiar, que no de ejercer— porque mis progenitores y también mecenas preferían una carrera universitaria y la abajo firmante, además de inconstante, siempre ha sido complaciente.

Antes de escuchar furtivamente aquella sentencia paternal la lista de deserciones no había sido menor. Solfeo y violonchelo en el Conservatorio. Guitarra en las extraescolares del instituto. Mecanografía en una academia a la que iba a aprender (¡casualmente!) Basic un chico que me hacía tilín. Los entrenos de atletismo por las tardes y los sábados.

En mi defensa diré que me arrepiento terriblemente de haber abandonado la música porque soy una melómana empedernida. Que la mecanografía la dejé el día en el que aquel chico no volvió a pisar la academia y mis dedos iban tan aprisa como para poder transcribir una conversación hablada. Y que sigo haciendo deporte, aunque no a ese nivel, de hecho ahora mismo (🤱🏼) a ningún nivel.

Hoy hace dieciséis años que comencé con el cencerro. Un tercio de mi vida, casi. Me ha acompañado en la peor década vivida por mí, aunque también en momentos exultantes. No he llegado a nada especialmente relevante con esto. No tengo miles de lectores, ni siquiera decenas, no soy una bloggerstar, no me darán jamás una columna en ningún sitio por estas palabrillas que escribo de vez en cuando con ahínco. Pero pocas cosas me hacen sentir más orgullosa de mí misma que seguir con este minúsculo espacio propio dentro de la blogocosa (y con su hermano pequeño, que va para diez años 🙊).

¡Felicidades, Cal!

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