20/6/25

Fin de curso

Dicen que justo antes del amanecer es cuando más oscuro está el ambiente.

Pues a ver si amanece ya, la verdad.

PD. Mi pie, mejor ;-)

30/5/25

Propuesta musical LXII | Sufjan

¿Se puede estar enamorada de una canción? 

Yo digo sí (de un repertorio entero, incluso).

Recuerdo cuando, de pequeñas, mi casi-hermana Nina se compró en cassette el debut de Jennifer Rush y nos pinchó «The power of love», a volumen nuclear, hasta que literalmente se rompió la cinta de hierro y cromo. Fue la pesadilla veraniega de mediados de los 80 en mi casa.

Algo así me pasa con «All of me wants all of you», que no puedo dejar de escucharla, eso sí, suelo ponerme cascos para no aburrir al personal con mis neuras y para poder apreciar con más claridad la susurrante voz y los instrumentos que la acompañan.

Conocí a Sufjan Stevens hace un montón de años, por un comentario que puso un conocido en Twitter-ahora-X en referencia a Illinoise, su primer bombazo musical. Me picó la curiosidad porque tengo familia en Chicago (al margen de ser una de mis ciudades favoritas de EEUU) y porque me pareció curioso el lettering del cedé. Me gustó una barbaridad.

Pero mi verdadero flechazo vino con Planetarium, un disco en colaboración con otros tres grandes músicos —James McAlister, Nico Muhly y Bryce Dessner—, que pone sonido a una de mis más grandes chaladuras desde que tengo uso de razón: el espacio. Había precedente, la obra de Gustav Holst Los Planetas, que nunca me ha llegado a emocionar del todo y aún menos en el grado que lo hace ésta de la que hablo.

Si son fieles seguidores de este solitario blog, sabrán que me cuesta mucho escuchar música actual desde que mi madre murió. Pues bien, uno de los pocos discos que me acompañan en este silencioso caminar es Planetarium. Lo compré a punto de dar a luz, gordísima y lenta, en el Fnac de Madrid, y han habido pocas semanas desde entonces en las que no haya escuchado al menos una canción. 

De igual forma que solo soporto el banjo en los discos de Stevens y en los de Travis, solo aguanto el autotune en «Mars», una de las canciones que componen esta obra conceptual. Daría mi brazo derecho por escucharlo en directo y no les estoy largando una de mis clásicas exageraciones.

En fin, tantas cosas podría decir de la música de este señor (de sus villancicos, de Call me by your name, que ya ha estado por estos lares y cuyos títulos de crédito finales no me puede hacer llorar más…) y de él como persona, que me cae fenomenal, y que me iría de cervezas o a plantar dalias a su vera sin tener ni idea de quién es más allá de lo que cuenta en sus escritos y obras.

Les dejo con esta caricia sonora, en directo. Disfrútenla y séanme pecaminosamente felices.
Cal.

Por cierto, hoy sale a la venta la reedición de Carrie & Lowell, una delicia absoluta de principio a fin como pueden comprobar en el vídeo que enlazo. Mi madre también falleció el día de la fiesta nacional, en este caso de España —6 de diciembre—, pero yo solo conseguí sumergirme en una melancolía de la que todavía estoy saliendo. Otros, con ese dolor, crean obras maestras. Gracias, Sufjan.

27/5/25

Distraída

Hace unos meses escuché a una mujer de —lo que denominaríamos— éxito que la intuición es un spoiler. Me pareció una frase buenísima, tanto que la tengo aquí delante, escrita con rotulador azul sobre un post it, y la veo todos los días en cuanto me siento en esta mesa desde la que ahora estoy escribiendo.

Hace apenas un mes, quizá algo más, recibí una invitación de mis vecinos a participar en un tinglado relacionado con la literatura y la edición. Me sorprendió porque nunca me había pasado. Es más, pese a mi inquieta actividad en torno a los eventos culturales que se dan en mi comarca, nunca me había sentido plenamente aceptada dentro de ellos.

Ayer tuvimos la segunda reunión para echar a andar un fanzine (que más que un fanzine es una revista literaria) y, sin ningún pilar puesto aún (ni siquiera tenemos claro el nombre de la cabecera, ni el formato, ni el número de copias o cómo y con qué dinero se van a imprimir), nos pusimos a leer algunos textos de la gente invitada con resultado desigual, claro. Aquí ninguno somos Foster Wallace, aunque algunos escriben muy bien y otros necesitarían repasarse por lo menos un manual de ortografía de lo más básico.

Eso, la ortografía, el encontrarme sujetos separados de su verbo por medio de comas o puntos y comas sin sentido, mayúsculas colocadas al tuntún y comillas inglesas por doquier, y no saber cómo recomendar un poco más de mimo en los textos sin herir sensibilidades, provocó en mí cierta alerta. Pero esa alerta, esa intuición de que meh, me ha venido acompañando durante todo este tiempo. Entre otras cosas porque, pese a lo humilde del proyecto, noto cierta pretensión (publicar, editar, presentar, círculo literario, manifiestos, etcétera) que no me gusta nada.

Traigo piedras en la mochila, por supuesto. Un antiguo proyecto, en otro lugar, de otro grupo de amantes de la literatura devenido en colectivo literario, que acabó con mis nervios, con el deseo de editar libros bonitos y con las ganas de volver a escribir ficción.

Sin embargo, estoy buscando trabajo y para buscar trabajo en mi sector no vale con tener un currículum ideal: tienes que demostrar que eres activo, que haces cosas y que las enseñas. Eso o tener una agenda repleta de buenos contactos que no es mi caso en demasía. Así que este «fanzine» podría ser mi vuelta a los ruedos, si me permiten el símil taurino, pero.

Me da miedo estar distraída, sí, porque eso es lo que estoy, distraída, ocupada en otros asuntos. Prorrogando mi vida por incesantes contratiempos (¡ay!), pero también llenando mis horas con autoengaño, creyendo que ciertos temas me están conduciendo por el camino que quiero necesito transitar y, sinceramente, creo que no.

Para llegar a todo hay que renunciar a algo. Es así, irremediable: nunca llegaremos a todo lo que en algún momento pretendimos hacer. Y no sé yo si no debería renunciar también a esta historia grupal y centrarme en mi mismidad más absoluta…

22/5/25

Tener tiempo. Ensayo de cronosofía, Pascal Chabot

Otra de las cosas en las que estoy tratando de sumergirme de nuevo (como antes de dedicarme al cuidado exclusivo de gente) es a la lectura. Ah, la lectura. Mi madre siempre me decía que leer tanto me iba a secar el seso. Yo lo único que he podido comprobar es que leer tan poco me lo ha secado por completo, así que me he apuntado a varios clubes de lectura, por recuperar el ritmo de mi juventud y leer a escritores actuales, que es una cosa que no me va mucho. Manías mías.

Este libro que traigo hoy es del club de ensayo. Le tenemos que comentar esta tarde y, si no fuera porque a la mayoría de los asistentes les ha parecido un lectura árida —cosa que no comparto—que han abandonado, el debate daría para mucho más que una hora, el tiempo que este asunto nos lleva al mes sin contar con la propia lectura.

"Hay diagnósticos que, sin ser falsos, dejan desamparados a los pacientes."

No es la frase que mejor represente la esencia del libro, pero es la que más se ha grabado en mi memoria, seguramente a tenor de lo que escribí dos posts atrás. Ya solo por esa reflexión (y por muchas otras muy interesantes) ha merecido la pena.

10/4/25

De la depresión al hartazgo

¿Cuándo pensaron ustedes que tenían cogida la medida a la vida, como se suele decir? 

A mí creo que me está empezando a pasar ahora, frisando la cincuentena. No es que antes no haya tenido esa sensación, esa intuición que te permite conocer muchas de las respuestas, empezar a ver ciertos puntos que conectan entre sí. También me ha solido pasar que al poco de verlo claro, sin más ni más, se desempareja la perspectiva y cambian las preguntas. 

Vuelta a empezar.

Estoy atravesando un viaje interior (además de exterior) que solo espero desemboque —pronto, pretty please— en aguas menos turbulentas, claras y confortables, porque estoy agotada. Y harta. Muy harta.