Master & servant

Gracias a la inestimable ayuda de Paramount Channel he tenido un empacho de Paul Thomas Anderson. He vuelto a ver con placer Boogie Nights y Magnolia (por cierto, la primera peli que vi en los cines de la capital cuando me vine a vivir acá). Recordé There will be blood, me quedé con las ganas de ojear de nuevo Embriagado de amor (con ese título...) y gasté los nueve euros que cuesta una entrada para ver The Master la pasada semana. Sarna con gusto no pica -dicen-, pero mortifica.

Joaquin Phoenix, as usual, impecable. Ha sido nominado como mejor actor principal para los Oscars y no es de extrañar. A ver cuándo le dan el premio porque hoy en día es de los actores hollywoodienses más solventes y con mejor trayectoria cinematográfica. No obstante creo que el premio habría estado más justificado en cualquiera de sus anteriores nominaciones (como Johny Cash en Walk the line, y como Comodo en Gladiator), pero en The Master también borda la complejidad de Freddie, un soldado licenciado de la Segunda Guerra Mundial al que se le va un poco la chaveta.

Sin embargo a mí el que me pone los pelos como escarpias en este largo es Philip Seymour Hoffman, actor fetiche de Anderson y, ay, mío. ¿Alguna vez le han visto actuar mal o de manera mediocre? Yo no.

En mi minúscula cultura acerca de la actuación siempre he considerado más sencillo interpretar a un personaje loco que a uno normal. Puede ser que esté equivocada, pero pienso que es más fácil dejarse llevar por el histrionismo que por el recogimiento a la hora de transmitir emociones al gran público. Y eso es lo que me pasa con esta peli. Freddy (J. Phoenix) está como las maracas de Machín y se le nota a la legua, y Lancaster Dodd (P. S. Hoffman) también está chalado, pero trata de que no nos enteremos de lo pasado de vueltas que va durante todo el metraje y lo consigue con una naturalidad que asusta. Ya tiene un Oscar interpretando a Truman Capote, pero, aunque la competencia es dura, pondría la mano en el fuego a que este año la segunda estatuilla adornará la poyata de su chimenea.

Hablando de interpretación tampoco hay que desdeñar la que hace Amy Adams, también nominada al Oscar. Hay miradas que te hielan el alma y viniendo de una actriz tan risueña y con pinta de buena chavala, el hecho de verla con los ojos inyectados en sangre acojona.

Pero no solo de interpretación vive una película y en The Master todo está medido con la precisión del ingeniero que no deja ni un cálculo al azar. La puesta en escena es magnífica. El guión es impecable (cómo decir mucho sin decir nada, guau). La música es lo más (y no es porque moi sea fan de Greenwood y de Radiohead, es porque en serio es un pasote). Fotografía, etcétera. Peeeero al salir del cine me pasó un poco como con There must be the place, que me quedé que ni chicha ni limoná. Por eso me sorprende al abrir las páginas de Metrópoli para organizar mi asueto dominguero que sea la número uno en el ránking de mejores películas. Será que mis neuronas no están lo suficientemente entrenadas todavía...

Disfruten del fin de semana.
Cal.

PD. Y si quieren disfrutar de lo lindo, sobre todo si son amantes del progresivo y del krautrock, ya están tardando (empiezan en apenas una hora) en acercarse al Moby Dick Club para disfrutar del directo de Schwarz. Una experiencia religiosa, se lo digo con conocimiento de causa. Ay, lo mío sí que es empobrecimiento injusto, fuc**n' shit!