10/9/25

Seis años

Querida hija:
Dicen que Dios aprieta, pero no ahoga. Menos mal porque menudo año, ¿eh? Menudo verano, por concretar. También tú te has dado cuenta, pese a tratar de disimular y hacer ver que todo seguía igual.

Aunque quedémonos con lo bueno, con el mejor momento de todos. Tú y yo, debajo de varias toallas de playa, húmedas y congeladas, con tus enormes ojos negros (ahora tapados por gafas, temporales, eso nos dicen) susurrándome que no hiciera ruido para que tu padre no nos encontrase, estando justo al lado. Esa capacidad tuya para el asombro, tan alucinante. Solo ese día hizo que los malos momentos se borraran de un plumazo. Los hospitales, las carreras por la carretera, los grifos de glucosa y las cenas sin cena. El abandono que, espero, tú no hayas sentido, mi pequeña flor.

Te escribo esta carta con seis días de retraso. También a la carrera, como el año pasado, pero habiéndola escrito muchas veces antes en mi cabeza. No te creas eso de que querer es poder ni de que hay tiempo para todo. Escoge bien tus batallas, sin paralizarte, porque ante todo hay que seguir hacia adelante.

No me siento demasiado mal por esta demora. La celebración de tu cumple también se dilató un par de días porque ¡por fin! empiezas a tener vida social al margen de mí y no te imaginas lo feliz que eso me hace. Aún recuerdo cuando me preguntaste al ser invitada a un cumpleaños del colegio, que si la celebración era con los padres o sin ellos, en el parque de bolas. Y te alegraste inmensamente de que fuera lo segundo.

Sigues entusiasmada con la música. Hoy empiezas de nuevo con las clases de ballet. Te gustó lo de subirte a un escenario, ¿verdad? Pese a los nervios y el miedo. La satisfacción de hacer algo bonito y el aplauso del público al verlo. No me puedo sentir más orgullosa de ti, pequeña bailarina.

Empiezas a leer con soltura («¿podemos jugar a leer, mamá?») y a escribir sabiendo lo que significa, a hacer tus primeros cuentos. A dibujar con rasgos y a combinar colores. Sigue fluyendo, cariño mío, no dejes que nadie ni nada coarte lo que te hace única.

Ya te haces mayor, eres una personita, con tus cosas buenas y tus cosas malas, que las hay (deja de ser tan sumamente responsable; no merece tanto la pena, créeme), y me está dando una pena enorme de que lleguen dos días. Uno, en el que ya no te pueda coger en brazos y, otro, en el que quieras dormir sola. Despertarme a tu lado es, hoy por hoy, de las mejores cosas que me depara el día. 

Pero no me perteneces, ni me debes nada, enanita mía. Estos días llegarán y yo me alegraré de verte cada vez más tú misma y menos mi bebé.

Sigue caminando, amor chiquitín.

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