23/4/09

Día de (des)intoxicación

Hoy parece un día diferente. De hecho lo es: tengo hasta algo de tiempo para malescribir unas palabras.

Hoy todo parece ir más lento. Los minutos tienen algo más que sesenta segundos. Las horas algo más de sesenta minutos. Y aún así el día no se me está haciendo largo. Más bien todo lo contrario.

Hoy no me he despertado con el chirriante sonido del despertador. Los pajarillos de la calle -mirlos, gorriones, palomas- me han quitado el sueño al amanecer. Parecía que estaban metidos en la habitación (más tarde me percaté de que he dormido con la ventana abierta). He estado escuchando sus gorgojeos hasta el último minuto que habría marcado la diferencia entre llegar puntual o retrasarme en el currele.

Hoy no he puesto las noticias en la radio. Tampoco he seleccionado nada en mi iPod. Radio 3 había desaparecido del dial de mi autoradio. En el coche han saltado por arte de birlibirloque tres pequeñas (pequeñas por su corta duración) composiciones de Hiderlgard von Bingen. Si los momentos anteriores me hacían pensar que este día iba a ser diferente, la música del medievo confirmó mi intuición. ¡Qué lástima no poder escapar y vagar por las calles y los jardines escondidos de Madrid, con la música en mi cabeza sacudiendo mis exánimes neuronas!

Hoy en el trabajo el día no ha sido diferente. Sin apenas tiempo para ir tan siquiera al baño. Con los ojos pegados al monitor del ordenador y sin segundos que perder en cualquier otro menester. Ni llamadas, ni emails, ni charla entre colegas, ni nada. Nada. Agotada al final de la jornada. Pugnando por salir cuanto antes de aquella cárcel con barrotes dorados. Recogiendo el coche con la mente gastada y el cuerpo macilento. Silencio.

Hoy, cuando por fin pude deshacerme del habitáculo metálico con cuatro ruedas, cuando mis pies tocaron el suelo de la calle, cuando pensaba que este día diferente no era más que la fotocopia de la fotocopia de la fotocopia de la fotocopia de alguno que pareció tener lustre, alguien pinchaba Pigs de Pink Floyd. Y la esperanza de algo diferente ha vuelto a renacer a estas horas vespertinas.

Mañana será otro día.

2 comentarios:

  1. Hola Cal.

    Qué bien, volver a disfrutar de otra entrada tuya.

    No ´se si emocionarme más con Hildegaard o con el Pigs (on the wind, ...) del Animals. (Nunca me emocionó, de todas maneras, ese disco... yo soy más de Ummagumma, del Meddle, de Dark side,...bueno, me estoy enrollando demasiado).

    Lo dicho, Cal, un placer volver a leerte.

    Un beso.

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  2. Gracias de nuevo, Rogelio. Y nunca te enrrollas, hombre. La verdad es que se agradecen los comentarios. Últimamente mi blog tiene menos actividad que los cementerios. :)

    Hidelgard me encanta. La conocí -cosas que tiene la vida- en el programa Cifras y Letras de hace mil años, cuando presentaba Elisenda Roca. Todos los días solían poner una música diferente. A veces acertaban (como con Hiderlgard) y otras veces no. Siempre tenía papel y boli a mano y aún tengo la reseña discográfica del disco pegada en la puerta del armario de casa de mis padres.

    Y, en fin, qué te podría decir yo de Pink Floyd. Rendida completíiiiiisimamente a sus pies desde bien chiquinina (a mi padre ya le gustaban). Su época psicodélica la tengo menos estudiada, pero también me gusta muchísimo. "Animals" siempre ha sido un disco maltratado por la crítica. Es lógico. Un disco antes -si mi memoria no me falla- habían sacado la que es para mí su obra maestra ("Dark Side..."). Sin embargo a mí me gusta. De hecho me gusta mucho y casi lo escucho más que, por ejemplo, "The Wall". No sé. Cuestión de gustos, claro.

    En serio, gracias por venir. Besote.
    Cal.

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