El otro día me dio usted una alegría tremenda. Asfixiados como nos tiene a los madrileños con tasas por aquí y por allá, con el transporte público para ricos que es en la actualidad la EMT y la espada de Damocles de las privatizaciones de la sanidad (sí, ya sé que esto no depende únicamente de su gobierno) y el Canal de Isabel II -por ponerle dos ejemplos-, casi se me cayó una lagrimilla cuando le escuché que iba a bajar los impuestos al tratamiento de basuras. ¡Ay, virgencita mía! Es solo un pequeño porcentaje, pero seguro que todos lo agradecemos a fin de mes.
Sin embargo una, que no se conforma con los cortes que se emiten desde TVE, se puso a leer detenidamente la alegre noticia en internet y hete aquí que había gato encerrado. Sí, baja los impuestos, pero también el servicio de recogida de basura. Haciendo un cálculo tontorrón podría pensar que no es que vayamos a pagar un porcentaje menor sino que vamos a tener un tanto por ciento menos de servicio. Qué quiere que le diga, una vez más me ha decepcionado usted.
Supongo que en su barrio no pasará lo mismo que en el mío. Mire, le adjunto una fotografía del día que leí la noticia.
Esta preciosa obra de arte moderno es la que veo, huelo y sufro todos los días cuando bajo de mi palacete de cincuenta y ocho metros cuadrados para salir a correr. Últimamente estoy pensando en cambiar el running por la carrera de obstáculos porque, además de los contenedores rebosantes, las cajas y paquetes desperdigados a su alrededor, la acera está llena de botellas, bolsas, hojas caídas de los árboles y cacas de perro que tengo que ir sorteando.
Sí, ya sé que el primer paso empieza por los ciudadanos, por no tirar los papeles al suelo (hasta un pañal he visto, se lo prometo), por bajarte bolsitas cuando vas de paseo con el can, etc. Pero, cosas de humanos, el civismo se suele aprender en las escuelas y, qué mala pata oiga, cada vez se contratan menos profesores, así que, no sé, no soy socióloga, pero me temo que esto no irá a mejor.
Supongo que si sigue usted en sus trece de echar a la ruina la calidad de vida de los madrileños, dejando desangrarse esta ciudad que, sí, era de las most beautiful in the world cuando me vine a vivir aquí (año 2000), tendré que ir acostumbrándome a saludar a ratas del tamaño de caballos por la calle.
Le invito cualquier día de estos a que demos un paseo por mi barrio y ¡por qué no! a una relaxing cup of café con leche in Plaza de Carabanchel, que aquí sí me puedo permitir el precio de la terraza y no nos darán tanto el tabarrón con violines y trompetas machacando la melodía de Bésame Mucho.
Reciba un cordial saludo.
Srta. Calamidad.
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