Me decía hace un par de semanas mi casi hermana Tetxu que me había vuelto una exquisita cuando, en un restaurante italiano del villorio que me vio nacer, me habían traído un pizza prosciutto a mi petición de una margarita (que después de la calzonne es mi prefe, ya saben, los extremos de los bipolars' people) y protesté. De hecho cometí el abuso de decirles que me trajeran, por favor, una margarita que, al fin y al cabo era mi deseo culinario primigenio. Qué atrevida, oigan, qué desagradable fui con el amable cocinero que no sabía que la margarita -pizza- no lleva jamón (desde aquí les digo que no busco trabajo en la construcción de puentes porque no sé construir puentes, cuestión de exquisitez, supongo).
Intuyen que lo que viene a continuación es una crítica feroz, ¿verdad? Si lo presienten, es que me llevan leyendo largo tiempo. Gracias, fans, les invitaré a una copa (zumo, si son abstemios) el día que ponga rostro a sus caras. ;-)
Al grano. El cierre de la carrera como cineasta de Hyao Mizayaki es un bodrio inapetente y soporífero. Insomne diagnosticada como soy, tuve que luchar seriamente con Morfeo en el patio de butacas. Me mantuvo distraída la conversación telefónica que tenía un retrasado mental detrás de mí al que casi arranco la cabeza con una mirada de odio hondísimo que le lancé y que no pareció entender. Escribo esto con profunda pena (lo de la peli, no lo del subnormal) porque la animación de Mizayaki me suele atrapar desde el segundo número uno. Largometrajes como El viaje de Chihiro están dentro de mi top en cuanto a Cine se refiere.
El viento se levanta es un biopic sobre la vida del ingeniero japonés Jiro Horikoshi, diseñador de entre otros el avión de combate Zero (el que usaban los kamikaze) para la Segunda Guerra Mundial. Si os gustan los aviones de manera enfermiza, puede ser que os guste.
Sin embargo no solo de planos con cotas numéricas bebe la película ya que se entrelazan dos tramas que podrían haberle dado un empujoncito a la historia. Por un lado la persecución que sufrieron las mentes subversivas japonesas en los primeros decenios del siglo XX, que queda completamente diluida y deslucida, y por otro lado la historia de amor de Jiro con su mujer Naoko, que casi me hace vomitar un arco-iris.
Para apoyar la historia de amor aparece por arte de birlibirloque La Montaña Mágica de Mann. Hay tuberculosis, hay sanatorio tipo Berghof, ¡hasta sale Hans Castorp! Se pueden intuir semejanzas entre los personajes de la película y los personajes de la novela (Naphta, Settembrini, Joaquim...) y también existe el mismo clima prebélico. Pero, no sé, está como cogido con alfileres o, mejor dicho, metido con calzador.
Mientras escribo esto me voy dando cuenta de que es la historia lo que no me ha gustado porque lo demás sigue la línea de todos los trabajos del director japonés y la factoría de dibujos animados Studio Ghibli, es decir, la excelencia como premisa. Preciosas estampas, ultrasaturación, onirismo a raudales y Manga.
Vayan a verla y juzguen ustedes mismos porque si leen otras críticas, verán que la mayoría la clasifican de obra maestra. Lo mismo es que fui a verla con un par de gin tonics en el cuerpo y mi percepción se distorsionó (que no creo).
12/5/14
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dibujo artesano, además, no? a la antigua usanza. he visto algunas secuencias y son maravillosas, la verdad. tengo ganas.
ResponderEliminar¡Hola, Raúl!
ResponderEliminarComo ejercicio visual, es una pasada de película (es la historia lo que no me acaba de conquistar). Dibujos a la vieja usanza. A mí Pixar y Dreamworks me gustan, pero a veces hecho de menos a las pelis antiguas de Disney o, por ponernos orientales, "Akira", sin ir más lejos.
Besazos.
(No puedo creer que acabo de separar un sujeto y su verbo por una coma. Será el móvil o que estoy mutando a poligonera. Mis disculpas.)
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