3/5/19

Overton y la mediocridad.

Tengo la plancha al día. A lo mejor queda alguna camisa aún sin lavar de la última semana. Podría haberme puesto también con los cristales, pero los debates de campaña han sido, como de costumbre, durante el prime time y esa hora no se presta a abrir y cerrar ventanas, por muy buen tiempo que haga fuera.

Es una costumbre familiar heredada, se podría decir que como cualquier otra, pero no porque a cualquiera que se lo cuento, me devuelve un gesto incrédulo. En mi casa, de siempre, se han aprovechado como telón de fondo las jornadas electorales, mociones de censura y debates sobre el estado de la nación para poner al día cualquier tarea doméstica tediosa.

En las oportunidades que me ha brindado el 28A para dejar impoluta la casa de la playa ha sido difícil zafarse de las polémicas suscitadas por la presencia o no de un quinto partido político. O no gastar tiempo, tan necesario para otros menesteres, en dilucidar los gustos de un presidente por uno u otro canal. Ya saben, alguien señala con el dedo a un cielo cuajado de estrellas y la mayoría miramos al dedo.

Pese al lenguaje de bajo nivel utilizado durante toda esta última campaña, lo que más me ha sorprendido de los dos debates televisados no ha sido tanto el insulto como la vacuidad de los mismos. Los bloques que se iban a tratar, anunciados a bombo y platillo, no otorgaban demasiadas esperanzas en cuanto al tratamiento de temas, no sé si denominarlos relevantes ad hoc, pero sí decisivos para la marcha de la nación como país dentro de un mundo lleno de países, y de sus habitantes como grupúsculo perteneciente a un ente mucho más grande denominado humanidad.

No estoy pidiendo a nuestros políticos que sean filósofos (aunque no les vendría mal un poco de sophia). Se demostró con Platón siglos ha que no suele funcionar dicha fórmula. Tan sólo echo de menos una mayor visión de futuro, sin necesidad de irse al siglo que viene. Retos que ya tenemos encima como la emergencia climática, la sobreexplotación de los recursos, la automatización del mercado laboral y el vaciamiento de poder en occidente, por señalar cuatro que me preocupan. O puntos más pragmáticos como el respeto hacia los niños y los ancianos, la inversión en I+D, la conservación del patrimonio artístico y natural, la defensa de la cultura... 

Aunque, qué esperar, cuando ni siquiera dedicaron un minuto a hablar de política exterior, con la que está cayendo fuera de nuestras fronteras.

Parece como si los poderes se obstinaran en no querer hacer más grande el marco en el que colocan su Ventana de Overton, esa en la cual se sitúa el argumentario de cada organización política. Parece que dijeran «estos son los asuntos importantes y los que queden fuera, plin». Como si no fuese tanto o más importante lo que se contempla desde dicha ventana.

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