25/12/22

Intentarlo

Tengo que remover dos ciudades y tres vidas para meterlas en un pueblo e intentar sacar de ahí una familia. Estoy de mudanza. Sí. Otra vez. La he apodado la Big Mud porque es muy grande y muy pantanosa. Porque, sí, me vuelvo a mi pueblo. He sentido, quizás como los elefantes cuando notan que les queda poco aliento, que tenía que volver al origen, a la raíz. 

Allí no me queda prácticamente nada (mi casa, vieja y destartalada) ni nadie (lo comprobé cuando fui a cuidar a mi madre), pero, no sé, lo consideré como oportunidad en el lejanísimo septiembre de este año. Lo vi, tal vez, como el primer paso para llevar a cabo uno de mis proyectos. El tiempo dirá si ese regreso es un descanso, un acierto. Aunque ahora mismo, y a ratos, la siento como una derrota.

Salí de allí hace veintitrés años —treinta, sí cuento universidad y estudios— y nunca pensé en la vuelta o al menos no de esta manera. La única meta que me propuse poco después de que el Efecto 2000 se descubriese como un bluff fue destacar en mi profesión, hacerme un nombre. Pero llevo demasiados años malviviendo a base de trabajos malpagados, cuando directamente sin pagar, o ejerciendo de consorte, cosa que aborrezco por encima de todo lo demás.

En el año y pocos meses que llevo viviendo aquí, en la segunda ciudad del país con más tejido empresarial de mi sector, ni siquiera he tenido tiempo de probar suerte, de mandar un triste portfolio, de intentarlo. Hace una semana guardé las cajas con mis trabajos tal cual vinieron para facilitar la tarea del transportista mañana.

No tienes miedo al fracaso, lo que te da miedo es el éxito. Sentenció una vez Menchu, mi psicóloga de hace eones. A lo mejor no andaba tan desencaminada... Todo se ha vuelto borroso, como si me hubiese instalado en una especie de autoengaño, creyendo que se han llevado a cabo miles de historias en mi historia (quedarme huérfana, estudiar otra carrera, cambiar de ciudad tres veces, ser madre) viviendo la vida de otra persona, cuando la realidad me lleva gritando desde hace tiempo que sigo en el mismo punto de partida de mi mismidad.

Me voy de aquí sin saber si es el éxito lo que verdaderamente me da miedo. El fracaso... en fin, de sobra sé lo que es el fracaso.

5 comentarios:

  1. Me asombras y alucinas. Qué resistencia, qué resiliencia.
    Supongo que cuando la situación es mala, cuando uno no se encuentra bien en el sitio en el que está, cambiar es siempre la opción. Pero no todo el mundo tiene el valor de hacerlo, he tenido demasiados casos cercanos que dejaron pasar la vida esperando... ¿qué?
    Bravo, Cal. Dale.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y qué optimismo el tuyo, Neo. Bueno, a ver, que ya llevo cinco días por aquí, ahora es todo un caos. A ratos me gustaría quemar la casa y a ratos me imagino trabajando, pidiendo una hipoteca y restaurándola... No sé, me puede el desánimo más de lo que quisiera. Llevo muchos años alejada de mí misma.

      Feliz año nuevo y un beso.

      Eliminar
  2. ¡Muchas gracias, Luna! Y feliz año nuevo. ¡Muuuuá!

    ResponderEliminar
  3. Pues no sé si soy optimista o no. Sí sé que más de una vez he dado un salto de fe que ha cambiado el rumbo de mi vida. En la primera ocasión la gente me dijo que estaba bastante loco, dejando una situación segura para ir a otra bastante más incierta. La cuestión es que finalmente las cosas salieron bien, creo yo.
    Mi visión es que en uno de los casos estaba pagando con mi salud (mental, sobre todo), y en otro era mi familia la constantemente perjudicada. En ambas ocasiones sentí que debía asumir el riesgo y hacer algo. Y en ambas salió bien.
    Hubo una ocasión anterior, pero esa fue por amor. Habría que preguntarle a mi Baronesa sobre el resultado...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mis saltos de fe en la vida me han ido entre regulinchi y mal y este, por ahora (y no quiero quejarme que todavía estoy «deshaciendo cajas») está yendo algo peor que regulinchi.

      Ojalá cambie la tendencia. Démonos tiempo ;-)

      Eliminar