1/9/05

Depresión postvacacional y ¿eso qué es?

Pues bien. Ya estamos por aquí de nuevo y en todos los sentidos. Estoy en la ofi, delante de mi Mac blanco inmaculado, esperando a que mis jefas hagan acto de presencia mientras me pongo al día del mundo blogueril –pero ¡cuánto escribís, leche!- y de los proyectos que quedaron a la mitad antes de las vacaciones y teniendo la sensación de que el último mes ha sido una especie de sueño lejano que casi no existió. Una especie de dicebamus hesterna die de Fray Luis de León.

Me gusta reincorporarme a la rutina de madrugar, de subirme en el Metro con la legaña pegada al ojo, de tener un ratito a solas conmigo misma mientras me encamino hacia el trabajo, de desear que llegue el viernes para “descansar”. Sólo la falta de tiempo que acarrea un trabajo monótono es la que me hace tener más tiempo libre que cualquier mes de vacaciones. Estoy un poco masoquista, ¿no?

Tengo tanto, tantísimo que contar, que me he quedado totalmente bloqueada. No sé por donde empezar. Por el principio, diréis algunos. ¿Qué principio? Esto es como la estructura de las muñequitas rusas –nunca mejor dicho- que de una sale otra hasta llegar al meollo de la cuestión. ¿Empiezo por el meollo o voy poco a poco dejando que la cebolla se vaya desprendiendo de sus capas? Y no quiero que ocurra lo mismo que sucedió con Lisboa y con París... Tanto remar, tanto remar para morir a la orilla. Hum, tengo todo un fin de semana para pensarlo y empezar a escribir en condiciones.

Os he estado echando de menos, coño.
Calamity.