5/9/05

Toma de decisiones

Mientras se van revelando los dieciséis carretes de fotos que he tomado en Rusia y mientras voy preparando un especial en tres capítulos (eso espero) sobre las capitales del país de los Urales, me vienen asaltando grandes dudas, digamos existenciales, referentes a mi próximo y lejano futuro de las que no encuentro por el momento respuesta.


Me explico: en primer lugar, estudié Periodismo, ejem, Ciencias de la Información porque quería conocer el mundo. El tonto sueño de cualquier plumilla universitario con ansias de corresponsalía de guerra.

He de admitir que también lo hice por rebeldía. Junto con Bellas Artes, Ciencias de la Información era la carrera que menos les gustaba a mis padres de la lista que les mostré hace ya –me dan escalofríos sólo con pensarlo- catorce años. Por supuesto se encargaron de hacerme saber primeramente que Bellas Artes para ellos no era una carrera (antes muertos que tener a una hija artista medio paranoica y bebedora compulsiva de absenta... ¡Para qué les regalaría aquel libro de Van Gogh!). Ellos me veían como una hacendosa veterinaria de perros y gatos, con una consulta anexa a su casa, en mi pueblo. Yo me veía (siempre que hubiese elegido aquella plaza de la Universidad de León) como investigadora en Bengala para frenar la extinción del tigre endémico hindú.

En segundo lugar, los años me están empezando a dar la razón: tengo complejo de culo inquieto. De mi corta y frustrante vida laboral no he pasado de estar más de dos años en el mismo sitio. Enseguida me aburro. En cuanto conozco los entresijos y el know how de la empresa el tedio se apodera de mí. Y no digamos cuando estás trabajando en un lugar en el cual no hay nada para hacer, vamos, que no hay proyectos. Para mí eso es la muerte en vida. Para más inri es lo que me está sucediendo ahora. Llevo un año en mi actual puesto, me van a hacer contrato indefinido –algo casi imposible en el roñoso mundo de la comunicación comercial, llámese Publicidad, y no comercial, llámese Periodismo- y yo sólo estoy pensando en reorientar mi carrera. Pero... ¿hacia dónde? He hecho casi de todo en esto que se llama Sector de la Comunicación. Empecé como corresponsal (que sepáis que también existen las corresponsalías en las remotas zonas de la geografía española donde lo más interesante que puede pasar es que se le cruce una vaca en la carretera al que trae el pan bimbo a la localidad). Seguí como cronista deportivo. Como me pagaban una auténtica miseria –mi madre decía que gastaba más dinero en suelas de zapato y tenía toda la razón- me vine para los madriles a trabajar como diseñadora gráfica. La dirección de arte también me atrae, aunque sea la otra cara de la moneda respecto a lo que la redacción se refiere. Aquí me pagaban de lujo, pero sólo duró dos años. Luego he ido rotando por estos mundos de dios hasta el punto de llegar incluso a ser locutora de radio en un programa nocturno que combinaba con mi trabajo diurno en una aseguradora. Hasta que mi cuerpo dijo basta. Dos experiencias laborales más, una horrible, la otra paradisíaca y efímera –como casi todo lo bueno- me trajeron a donde estoy ahora…

- ¿Qué coño hago con mi vida? ¿Hago un máster? Si es que sí, ¿de qué? ¿relaciones públicas, dirección de arte...?

- No, este no, que los directores de arte los empiezan a jubilar a los cuarenta y entonces no me da tiempo a amortizar el máster (este es mi otro yo, el que a veces es más racional y pausado y que normalmente viene jodiendo la marrana).

- ¿Periodismo cultural, político, de naturaleza y viajes, si existe? Claro, que el de relaciones públicas sería para trabajar en una institución museográfica que para algo estoy estudiando museología...

- Pero, Calamity, ¿no acabas de decir que la empresa te aburre? Hija, ni tú te aclaras. (Pero, ¡vamos a ver! ¿Quién coño le ha dado vela en este entierro?).

- Mejor me doctoro. Sí, empecé a recopilar información en segundo de carrera y ya tengo algunas cosas escritas sobre semiótica...

- Pero... ¿para qué sirve, profesionalmente hablando, un doctorado? Cal, ya te licenciaste con notaza y de nada te ha servido. Escribe un libro tipo tesis y fórrate. (Pues a lo mejor no es tan racional como parece este otro yo mío, el muy soplapollas).

- Qué no, tampoco. Los ensayos no los lee en este país ni dios. Mejor estudio otra carrera, no sé, Antropología que me convalidan hasta cuarto... O Historia, que siempre me ha gustado... O Bellas Artes…

- Cal, los historiadores y los artistas se mueren de hambre. ¿No querías aprender un idioma en condiciones? (Es verdad, no es tan tonto).

- Ya, pero, ¿cuál? Inglés ya sé. El francés me gusta. Bah, creo que me gusta por Serge Gainsbourgh, por poder leer a Baudelaire, a Zola, a Flaubert en su idioma, por Edith Piaf, por Dominique A... en el fondo, hoy en día, no vale para casi nada. Alemán estoy aprendiendo, lento porque mira qué es reacio mi paquete a enseñarme lo poco de lo que él se acuerda... Árabe. Sí, esta es la elección.

- Y te vas a la franja de Gaza como corresponsal.

- ¡Eso!

- Y a tu madre le da un soponcio.

- ¿Mandarino o cantonés?

- Cualquiera. China es un mercado en alza...

- Ya, pero el mundo empresarial me aburre... Joder, qué incertidumbre.