29/11/09

Un traje muy grande

Hay momentos en los que uno se embarca en hazañas que le superan. El desbordamiento puede aparecer por cualquier motivo, desde la situación más peregrina hasta el más absoluto de los desbarajustes. En todos estos años asistiendo a eventos de índole cultural -conciertos fundamentalmente- me he encontrado con situaciones de lo más variopintas. Recorrer 600 kilómetros de ida y 600 de vuelta en un día para ver a una banda y encontrarme con un sonido que dejaba algo más que desear tanto a mí como a su líder, que a punto estuvo de abandonar el escenario. Asistir a uno de esos macro conciertos llenos de púberes beodos en los que no podías entrar con el tapón de una botella, pero el suelo estaba repletito de pedruscos por lo visto inofensivos. Emocionarme con una ópera a cielo abierto mientras me arrecía de frío porque en el descanso, oh, no se podía salir a recoger un abrigo para guarecerse. Hoy he sido testigo de cómo a alguien le puede quedar muy grande el traje que se quiere poner.

Los pocos eventos culturales que por aquí se dan hay que aprovecharlos como el agua en el desierto así que asistir al Teatro en un marco tan exclusivo e incomparable como es la Villa Romana de La Olmeda (de ahora en adelante VRO) se me antojaba el plan ideal. Si además la recomendación viene amparada por una amiga de confianza, la cosa ya se empieza a poner jugosa. A esto le añadimos que es una comedia. Y que es un estreno. Que su personaje principal es ni más ni menos que Aquiles. Que el autor espera tu visita después de la representación. Acto seguido paseo nocturno por la recién inauguradas instalaciones de la VRO, pretendiente a convertirse en centro cultural programando este tipo de actos. Maravilloso, ¿no?

Pues no. Doy por sentado que la puntualidad es una virtud. Y admito que íbamos con el tiempo pegado al culo. Sesenta kilómetros desde casa hasta la villa. Un tiempo de mil demonios. Cellisca, decimos aquí: lluvia, nieve con un viento huracanado. Carretera solitaria. Música hawaiana con ukelele, rozando lo freak. Parecía una película de Tarantino. Sólo faltaba que se nos echase alguien ensangrentado en el parabrisas del coche.

Llegamos tarde. Ocho minutos tarde (cruzamos dedos). A ese nuevo edificio, que parece un buque, con sus ondulados metales, sus jardines zen y su parva iluminación y su exigua (inexistente más bien) señalización. Carrera hasta la ¿puerta? Suponemos que es una puerta porque parece que alguien entra por allí. Miramos, llamamos, esperamos. Hay gente dentro en algo que se asemeja a un recibidor de cristal. Al poco sale un segurata gordinflón con un pitillo en la boca a punto de ser fumado.
- Oye, perdone, ¿es por aquí por donde se entra a la representación teatral?
- Sí, pero esto ya está cerrado. Yo solo he salido a fumarme un cigarrito.
- Ya, bueno, pero tenemos las entradas. Por favor, ¿podría mirar a ver...?
- … Es que además no creo que haya sitio.
- Vale, si es así... Pues nada. Adiós.

Carrerilla al coche (con la que está cayendo sólo se me ocurre a mí ponerme tacón, escote vertiginoso en la espalda, y melena amazónica desmandada hacia un lado de la testa), pero, ¡ah, sorpresa, está entrando gente! Vuelve Ro a la puerta para investigar. Yo miro desde la corta lejanía. Se acerca.
- Corre, Cal, corre, que aún se puede entrar.

Otra carrera a la puerta mientras Ro estaciona el coche una vez más.
- Hola. Soy la novia del chico que acaba de venir. Me han dicho que aún se puede entrar.
- Sí, venga, daos prisa - responde otro guarda jurado diferente- está por comenzar.

Veo a Ro corriendo hacia la aciaga puerta mientras se acerca una señora que me hace ver lo pequeño que es el mundo ondeando en el aire unos ligeros movimientos de negación.
- No. No. Ya no se puede entrar.
- Ya... Pero... Si tu compañero...
- No. No. No. Se podía entrar hasta las ocho y cuarto.
- Ya, pero, pero ¡si hemos llegado a las ocho y diez!
- No maja -saca el móvil del bolsillo mientras se vislumbra la rechoncha figura del segurata del cigarrito por la puerta-, son las ocho y veintitrés.
- Sí, ahora sí, pero pregúntale a tu compañero, ¡hemos llegado a las ocho y diez, si ha entrado gente después de nosotros!
- No. No se puede entrar. Si tenéis entrada, no os preocupéis, venís mañana y os vale.
- Ya, pero... ¡Tú, el del cigarrito! Tío, que nos dijiste que...
- Oye, oye, nada de faltar al respeto, ¿eh? La educación es lo primero ¿Qué es eso de tío?.
- Pero, ¿cómo que faltar al respeto? Le estoy diciendo a tu compañero que hemos venido cuando él se estaba fumando su cigarrito a la puerta, que no eran ni las ocho y cuarto aún y no nos ha dejado entrar y minutos después ha entrado gente.
- ¡¡¡La educación es lo primero!!!
- Mira guapita, a mí tú no me dices si soy o no educada porque yo sé de sobra que lo soy. Hala, adiós.

Rober, pobre, venía jadeante justo para verme a mí dar la espalda a esa panda de culturetas mononeuronales que no saben ni siquiera establecer una norma tan sencilla como es, hablando en plata, a partir de las 20.15 horas aquí no entra ni dios.

No puedo deciros nada de Aquiles en La Olmeda, pero sí puedo contar que la noche no estuvo perdida. Vagando por las calles abandonadas de su gente en busca de un refugio cálido, encontramos una tabernilla que atesoraba una alhaja: una preciosa máquina arcade antigua que aún funcionaba y que ha hecho las delicias de Ro y la abajo firmante mientras nos pegábamos mamporros en el Street Fighter, construíamos líneas en el Tetris o destruíamos burbujas en el Super Pang.

Diferente pero al fin y al cabo ¡una gozada!

3 comentarios:

  1. Menuda faena.
    ¿ No tenías ningún nombre por quien preguntar que hubiese podido arreglar ese tema?

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  2. Oye el SF y el Tetris en una máquina arcade! Eso sí que es cultura!

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  3. Sabía yo que una entrada taaaaaaaaaaaaaaaan laaaaaaaaaaaaaaaarga en internet...

    Pues sí, Aquí, tenía un contacto, pero soy así de boba. En aquel momento no se me ocurrió, si te digo la verdad. La chica de la puerta -la de los aspavientos con las manos- también era una vieja conocida mía. ¡Si hasta la entrevisté para el periódico en el que trabajaba hace 10 años! (lo que pasa es que con melena no me conoce ni el tato).

    Creo que son arcade, ¿no? Ô_ô Ay, firgen santa, yo dándomela de sabihonda y va a ser que no... ¿No? O sí... Uys. Eso sí, no veas qué buen rato pegando mamporros. Yo es que con el SF me relajo mucho, ¿sabes? Varía un huevo de la videoconsola a la, digamos, máquina de los bares, pero le pegué una buena tunda a Dalshim y a Ken. ¡Chun Li forever! (es que soy chica, qué le vamos a hacer).

    Besos a los dos.

    Hale, que me piro para vuestro pueblo en lo que tarde de hacer la maleta (¡horror!).
    Cal.

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