Mi primer cólico ¡chispas!

Mi hígado ha dicho que hasta aquí ha llegado con el tema de cañita por aquí cañita por allá. Le ha dado por fabricar piedras en la vesícula biliar. Y a esas piedritas les ha dado por dar guerra hace cuatro días. Y yo, que soy más bruta que un arado, no he ido al médico hasta que no he podido ni tragar, ni respirar, ni agacharme, ni ná sin morirme de dolor, hecha un fistro.

Modus operandi. Con semejante tortura me pongo a instalar el riego automático en la terraza, algo fundamental con este tipo de dolencias. Tras comprobar que más o menos funciona, me percato de mi estado deplorable. Me pongo lo primero que pillo, que no conlleve demasiado movimiento.

Voy al ambulatorio y, mientras se me escurrían las gotitas de sudor por la cara, el chico me pregunta que si estimaba que era urgente. O_o Le he contestado que no tenía criterio médico suficiente para responder a su pregunta (sic).

Llego a la consulta. ¿Dónde venden esas caras de póker, por el amor de dios? Le cuento, bla, bla, bla, bla, bla, bla... Al catre. En ese preciso instante se congeló el tiempo, los astros dejaron de girar y en mi mente solo había espacio para una única pregunta: Cal, ¿qué bragas llevas, hija? 

Hagan sus apuestas.