7/11/12

Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, de David Foster Wallace.

Soy una ludópata adicta a una máquina tragaperras. Mi tragaperras se llama David Foster Wallace.

Desde que me levanto hasta que me acuesto paso las horas con lo que escribió. Ha suplido algo así como lo que era la compañía de la Bestia Parda. ¿Ustedes saben lo que es pasar más de doce horas al día sola? ¿sin estar con nadie? ¿sin hablar con nadie? ¿cinco o seis días a la semana? Se lo digo yo: cruel.

"Tengo treinta y tres años y la impresión de que ha pasado mucho tiempo y que cada vez pasa más deprisa. Cada día tengo que llevar a cabo más elecciones acerca de qué es bueno, importante o divertido, y luego tengo que vivir con la pérdida de todos las demás opciones que esas elecciones descartan. Y empiezo a entender cómo, a medida que el tiempo se acelera, mis opciones disminuyen y las descartadas se multiplican exponencialmente hasta que llego a un punto en la enorme complejidad de ramificaciones de la vida en que me veo finalmente encerrado y atrapado en un camino y el tiempo me empuja a toda velocidad por fases de pasividad, atrofia y decadencia hasta que me hundo por tercera vez, sin que la lucha haya servido de nada, ahogado por el tiempo. Es terrorífico. Pero como son mis propias elecciones las que me encierran, me parece inevitable: si quiero ser adulto tengo que elegir, lamentar los descartes e intentar vivir con ello." 

2 comentarios:

  1. Vaya, el otro que tuve en la mano.

    Este párrafo resume algo que yo llevo años pensando y tratando de expresar.

    Un beso.
    Estarás sola porque quieres, chica...

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  2. Bueno, este es un concepto diferente al de los relatos de Entrevistas.... Es un reportaje encargado por la Harper's Bazaar para que DFW describiera lo que es un crucero de lujo por el Caribe. Me he reído a placer, oye. La fina ironía (cuando no sarcasmo puro y duro) de este chico es flipante. No se calla nada. Esa forma de relatar, ay, es que me tiene rendida. Tendré que ir a rendirle homenaje de la misma forma que lo hice con Kafka y Dostoievski en su día.

    Lo de la soledad es una cosa extraña, Porto. Cuando uno pasa tanto tiempo sin nadie alrededor se vuelve algo así como huraño y cuesta mucho salir y relacionarte con personas. Una noche que estuvimos cenando Xavie, Conde-Duque, tú y yo recuerdo perfectamente que Conde dijo que trabajaba solo, pero que necesitaba de vez en cuando ir a las oficinas para hablar con alguien tête à tête (no fue exactamente esa la expresión, pero vino a decir lo mismo). A eso me refiero. Es la pescadilla que se muerde la cola.

    Con lo super conectados que estamos ahora mismo -que no me cuesta nada entrar en el facebook y parlotear a través del teclado, o bloggear de idéntica forma- estamos muy solucos. Me encantaría poder sentir igual que un hikikomori, pero hoy por hoy no puedo.

    Hale, ya. ;-)

    Beso para ti también.

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