11/6/14

A propósito de la integridad o la resignación.

Decía Osho en alguno de sus libros (¿Creatividad?) que era interesante, incluso necesario, aprender cualquier cosa y dejar transcurrir diez años para olvidarla y así poderse dedicar a ella profesionalmente. Yo ya voy por cinco, ¡cinco!, años de olvido. Me quedan otros ¡cinco! años para cumplir las indicaciones del líder espiritual de gente que viste de blanco y parece ir siempre feliz por la vida.

Sin embargo los empleadores no deben conocer la cita de Osho que les digo. O sí porque cuando se acercan a husmear en tu currículum y ven ¡cinco! años de olvido, tal vez pretendan que cumplas con los otros cinco para plantearse el hecho de contratarte.

Un currículum es algo injusto, además de que es mentira. Cualquier persona es diferente de ayer a hoy, hasta los hombres (y mujeres) de traje (vida) gris que repiten sus rutinas día tras día y no solo de lunes a viernes, que también ocupan sus vidas yendo al súper mercado los sábados y haciendo la colada los domingos. Incluso estos cambian de un amanecer para otro, o de una semana para otra. Puede ser que les dé por variar el camino para regresar a casa. "Hum, en vez de ir por la acera de la derecha, voy a ir por la de la izquierda". Eso ya es un cambio.

Intuyo que a estas alturas se estarán preguntando qué coño tiene que ver toda esta diatriba absurda. Pues no, no es absurda. Estoy reescribiendo one more time mi currículum. En este aparente lustro de olvido, el olvido ha sido lo menos presente en mi vida. (Me repito más que el Red Bull, lo sé.) He trabajado como una hijaputa, normalmente por nada a cambio. Lo de la satisfacción personal, etc., está genial, pero soy una rareza a la que le gusta comer, vestir, inclusive tener tiempo de ocio y, ay, cuesta guita.

Qué quieren que les diga, me gustaría reescribir mi currículum diciendo la verdad verdadera. Que me priva más salir por ahí que a un tonto un lápiz. Que cuando salgo me gusta beber, güisqui con sevenap a ser posible, bailar hasta que mis rodillas aguanten, reír a mandíbula batiente y llegar a casa en un estado de consciencia lamentable. Que veo cine y escucho música como que no hubiera mañana y a veces me engancho de tal manera a un libro que pierdo la noción del tiempo. Que una vez al año me pego un homenaje yendo a uno de esos restaurantes que tienen estrellas michelín y zampo tanto que echo en falta las escupideras romanas para vomitar y acto seguido seguir comiendo.

Que paseo por los cementerios y siempre voy buscando a alguien que palmara el día que nací (manías). Que soy culo de mal asiento, ergo viajo todo lo que puedo para escapar del escenario cotidiano. Que no puedo evitar darme la vuelta cuando me cruzo con un ser humano al que haría un hijo de madera en ese mismo instante. Que no me gustan los niños (vale, un rato, pero luego que se los lleven sus padres y sean ellos los encargados de su higiene corporal). Los ancianos me aburren. Los adolescentes me dan algo de asquete. Los de mediana edad... Que en general odio a todo el mundo y todavía así me fascina estar con gente y escuchar todo lo que dicen y observar todo lo que hacen.

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