12/6/14

Impresiones tras un par de cervezas de más.

Anoche tuve una sensación curiosa taconeando por estas nuestras amadas y a la vez odiadas calles de la capital del reino. Curiosa porque no me había pasado jamás. Me sentí absolutamente fuera de lugar, como un turista que visita la ciudad y no se sorprende, como si los lugares cotidianos y las gentes conocidas estuviesen muy muy muy lejos de mí.

También me pasó con la casa de mis pas, con la familia y con los amigos de la infancia. De repente no me pertenecían, o mejor dicho, yo no les pertenecía.

Pude haber pensado, guau, la libertad absoluta, no tengo que rendir cuentas a nadie, pero no, mi cabeza se fue por otros derroteros, se me arrimó la soledad; no la soledad de solitude, sino la soledad de loneliness. Puede ser que me pasara aquello de in my drink I was drowning my sorrows, but my sorrows learned to swim (juó, qué anglófila me he vuelto asín de repente).

Y recordé ya saliendo del metro mugriento, psicodélico, totalmente ajeno a mí, que mi almohada me dijo hace apenas tres días «Huye, Cal, ¡huye!»

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