Agua.

¿Qué son realmente las vacaciones? ¿Descanso? ¿Aventura? ¿Familia? ¿Amigos? ¿Viajes? ¿Análisis y planificación cara al nuevo curso?... Lo que está claro es que la rutina se rompe. Los que tenéis trabajo, por el simple hecho de no trabajar, y los que no lo tenemos, porque dejamos de buscarlo puntualmente.

Para mí este año las vacaciones pasaban por quedarme en la minimansión a solas concluyendo unos cuantos quistes profesionales que me quiero extirpar cuanto antes. Un lujo cenobita y mundano a la vez. Un experimento vital en el que hubiera evaluado mi capacidad de concentración y soledad (ni móviles, ni internet, tele, etcétera) en aras de un a saber qué.

Sin embargo la vida no es lo que uno quiere (casi nunca lo es), sino lo que esta decide por sí misma y una vez más ha tocado soltar lo que se tuviese entre manos, pegarse la kilometrada, tratar de visitar a todo quisqui, cumplir con lo establecido, solventar miles de historias de imposible solución en el mes que no existe. Estrés, de otro tipo, sí, pero estrés al fin y al cabo.

De todo este mes vagando sin sentido, rescato un par de tardes de recreo, sin ninguna preocupación rondándome la cabeza. Cerca del agua.