21/9/14

Afrancesada.

De niña la familia paterna, también mi ex abuela, me apodaban "la francesa". Mi aspecto, con un pelo del color de la canela en rama entonces, y el hecho de no conocer a ciencia cierta mi origen biológico, les daba pie a ello.

Siendo estudiante la Revolución Francesa de 1789 se topó conmigo y empecé a leer lo que habían escrito sus propulsores y acólitos dos siglos antes, cortando cabezas reales con una mano mientras ceñían la pluma y el tintero con la otra.

Cuando comencé a viajar por el extranjero, pasada la veintena, los turcos se dirigían a mí en la lengua de Flaubert. En esos días el color de mi pelo ya se manifestaba ceniciento y oscuro, al margen de que era imposible que aquellos señores de poblado mostacho conocieran los periplos de mis no raíces.

París no me mata, como Estambul, Roma, incluso Londres, pero reconozco que allí siempre me he sentido como en casa y desconozco porqué.

Imitando a Martin Parr.
¿Qué tendrá la Venus de Milo para montar semejante revuelo?
Al atardecer, mi barrio.
Al amanecer, desde la ventana de mi casa.
Weird World. Esto es carne de cañón para el otro blog, el que me va a sacar de pobre. 
Basílica de San Denís. Más madera para ¡La Muerte os sienta tan bien!
No puedo resistirme a un avance de San Denís. Con todos ustedes, las lolas de María Antonieta, la única carne marmórea turgente que van a encontrar en aquel panteón.
Mapplethorpe y Rodin. ¿Puede existir algo mejor emparejado?
Moi practicando dibujo para el examen del lunes (y luego fui incapaz de encajar un torso corriente y moliente, hay que joderse).
Les Halles, al lado de San Eustaquio. Cada vez introduzco más gente anónima en las fotografías. Me siento con un pie en la Magnum. XD XD XD

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