10/10/14

El tiro por la culata.

Hace un tiempo, cuando repatriaron al primer misionero contagiado de ébola a Madrid, estuve tentada de escribir algo al respecto. Recuerdo que se armó un revuelo majo, con posturas muy encontradas. Mi opinión al respecto fue simple: lo que quiero para mí, igualmente lo quiero para los demás. Si estoy en medio de vaya usted a saber dónde y caigo enfermísima, me encantaría que me devolvieran a casa entre algodones y a gastos pagados. La afección que sufriese sería lo de menos en este caso.

Sin embargo no creo que la decisión tomada por el gobierno tuviera el punto altruista que en principio parece. Si hablamos de filantropía, mi profe favorito no tendría porqué haber muerto de malaria en la conchinchina. También era misionero. También estaba ayudando a los negritos.

Llámenme suspicaz, pero detrás de toda esa parafernalia de trajes galácticos, se escondía una maniobra política de tomo y lomo: colgarse la medalla de oro por haber curado fuera de África a un infectado de ébola. El trofeo iría directamente al desangelado palmarés de la era Rajoy. Ana Mato ya no pasaría a la Historia como la ministra del confeti y los Jaguar en el garaje. Los recortes en sanidad quedarían sepultados en el baúl de los recuerdos. Las mareas blancas pasarían a la tercera división regional del pulso informativo.

Lamentablemente les ha salido el tiro por la culata. Murieron Miguel Pajares y Manuel García a pesar de los esfuerzos médicos (no me cabe la menor duda de la excelencia del trabajo de los sanitarios que les cuidaron). Y abrieron las puertas de par en par al bichito ese que nos ha hecho ver con un golpe en la jeta que África existe.

Me vienen a la cabeza discursos vacíos de mandatarios hablando de la conversión de nuestro país en una república bananera. La lástima es que estos mequetrefes no se han dado cuenta de que España no es una república porque es una monarquía. Una monarquía bananera.

4 comentarios:

  1. Este asunto apesta. Sentimos vergüenza ajena por nuestros gobernantes. A ver si transmutamos la inútil vergüenza e una ira salvadora.

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  2. ¡Ojalá, Nán! Ira salvadora... Creo que estamos tan curados de espanto que nada nos espanta, valga la redundancia.

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  3. Pues sí.

    (He leído lo de Nicolás. Supongo que las personas así han impedido nuestra extinción.)

    Un besazo, Cal.

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  4. (Nicolás era una bellísima persona.)

    Un beso también para ti, Portito.

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