26/10/14

Eso es todo, amigos.

(No se me asusten que no dejo mi vida como blogger. Ahora bien, les espera una mierdapost de los míos, así que si quieren gastar su tiempo dando un agradable paseo veraniego a finales de octubre patrocinado por el cambio climático, seguro que ganan más.)

Esta última semana se han acumulado tres circunstancias que me han hecho pensar en hasta qué punto todo esto -la vida tal y como la conocemos- compensa. Comenzaré yendo hacia atrás en el tiempo.

El viernes, después de no poder pisar una sala de cine en mes y pico por falta de tiempo, fuimos a ver Boyhood. Fue una equivocación (en realidad íbamos a ver otra que ya no está en cartelera) y como tal las tres horas que dura semejante bodrio se hicieron a lo último eternas. A mí es que me gusta que me mientan, que aunque me estén contando una historia cotidiana que le pueda pasar a cualquier hijo de vecino, incluso a mí, todo sea mentira. Una mentira creíble. Y esta peli es muy de verdad, tanto que se ha tardado en rodar once años para que los actores crecieran.

Pero Linklater es lo que tiene, que dirige largos infumables que, tras el encendido de las luces de la sala, te hacen comerte el coco de lo lindo. Hay una escena que todavía ocupa algún que otro minuto de mi existencia en la que el personaje de Patricia Arquette expresa entre sollozos algo así como que esperaba algo más de la vida (no le va nada mal, conste en acta).

Cinco horas antes, en la clase de Historia del Arte, nuestro profesor nos hablaba del Paleolítico y del Neolítico y de cómo el paso de una a otra época supuso el gran cambio para la raza humana: en aras de la seguridad y la comodidad renunciamos a la libertad. También expresaba que en cierto modo nuestro sedentarismo social nos apesta, echamos de menos la vida nómada y la aventura. De no ser así, ¿por qué viajamos siempre que tenemos oportunidad, por ejemplo? (esto es cosecha mía). No es la primera vez que oigo a alguien versado decir que le encantaría ser un neardenthal (en el sentido estricto de la palabra).

El martes estaba viendo mientras comía un capítulo de la primera temporada de Mad Men (sé que no tengo remedio, que ya la he visto de cabo a rabo, que bla, bla, bla, pero esta serie es la justificación que necesito para engañarme a mí misma pensando que mi profesión es guay, necesaria e incluso que da dinero). En dicho capítulo, el cuarto o el quinto, no recuerdo, aparecía un vagabundo. El pequeño Dick Whitman escuchaba atentamente el discurso de aquel hombre después que le llevara unas mantas para que pudiese descansar en el pajar. El hombre decía que antes de convertirse en un ser errante había tenido esposa, hijos, trabajo e hipoteca y que un día se levantó de la cama y se dijo que para qué quería todo aquello. Fue entonces cuando cogió la puerta para no volver jamás.

Así que, ¿realmente esto es todo, no hay nada más?

5 comentarios:

  1. Pues hija, no. No hay nada más. Por suerte, tenemos la lujuria, la gula, la ira para dar buenas patadas en el culo, la risa, el descojono, el virgencita que me quede como estoy. Y toda una caterva de actores secundarios que actúan pero que muy bien.

    Para Trascendencias, quinto planeta a la derecha según se mira.

    Eso sí, analizar y trascender las minucias es otro de los apoyos divertidos que tenemos.

    Besos

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Lo de "todo", quería decir.

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  4. Pues mira tú que justamente lo que me gustó de Boyhood es justamente lo que a ti parece que no: estuve toda la peli esperando el acontecimiento trágico que cambiaría la historia y la vida de los personajes. Pero claro, es justamente eso con lo que juega el capullo del Linklater: la vida (también la nuestra) es una sucesión de días que se graban en la memoria sin que sepamos el porqué. Las grandes desgracias o las grandes alegrías no lo son tanto, vistas en el conjunto de los años. Sin embargo, nos pasamos media vida (la primera) imaginando cómo será nuestro futuro, nuestros momentos de éxito, de felicidad exultante. Y la otra media intentando hacernos a la idea de lo que hay es lo que hay. Pues ¿qué te creías, qué nos creíamos?

    Que la peli es una cabronada, es absolutamente cierto. Precisamente porque nos planta en los morros esa realidad, la mierdavida en la que nos habitamos. O tal vez ese es justamente su mayor valor, porque también en una mierdavida (la de los personajes de la peli, pero también en la nuestra) hay belleza, hay amor, hay suficientes cosas que valen la pena. O no, pero es lo que hay.

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  5. Mmmm, qué comentarios más interesantes. Supongo que escribí esto un día que estaba decepcionada por algo/alguien. En cualquier caso sigo dándole vueltas al tema de si merece o no la pena, y me temo que continuaré así tiempo y tiempo y tiempo hasta que me dé cuenta que es una chorrada gastar energías pensando todo el rato. ;-)

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