28/12/14

Diálogos con la almohada XI 
Desierto.

Mi almohada, tras un insistente sonsonete por mi parte acerca de querer estar apartada del mundanal ruido, acabó diciéndome que tenía razón, que hiciese lo que me diera la real gana con las fiestas.

Tras el mono del primer día sin teléfonos, sin telediarios, sin agregadores de links, sin apenas salir de la minimansión,... empecé a encontrarme un poco mejor. A ratos he notado algo parecido a lo que debe ser sentirse libre sin necesidad de ningún estímulo externo.

A mis familiares les ha costado entender que no ocupara una silla en alguna mesa navideña. Obviamente es difícil escapar de la vertiente social del ser humano y algo he tenido que dejarme ver a mi pesar y por mor (sobre todo) de ser la compañera de. Sospecho que es complicado asimilar una cuaresma en el desierto si no eres alguien parecido a Jesucristo, el excéntrico hijo de Dios que gritaba a los mercaderes en los templos.

Y confieso que me gustaría seguir así hasta que el desasosiego que me produce encender el móvil, la radio, chequear el contestador, las redes sociales, pasear por el centro, las tareas de la Uni o no hacer lo obligatorio desaparecieran.

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