En estos días me estoy sorprendiendo dentro de las iglesias no por conocer su legado artístico (¿sabían que en Madrid hay una capilla dedicada por completo a santos catalanes?), sino para poner velas, de esas feas que se encienden solas y que me parecen lo meridianamente opuesto a encender una candela.
Me resulta llamativo que sólo dentro de estos edificios consigo más o menos llorar.
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