29/9/17

De palique con la frutera.

Es una pena que me vaya de Madrid. Es una pena porque debería inaugurar una nueva etiqueta en éste su blog amigo en el que escribiese sobre las charlas con Maite, mi frutera de confianza.

Aunque creo que tenemos pocas cosas en común, nos caemos bien y, si no está la tienda muy llena de señoras (no es machismo, es que en esta tienda suelen haber señoras, señoras mayores, y algún marido jubilado fuera, esperando mientras su señora mayor termina de hacer la compra), solemos hablar unos minutos no precisamente del tiempo atmosférico, salvo que ello conlleve una argumentación interesante sobre el Cambio Climático.

Como hacía mucho que no nos veíamos –se podría decir que ya estoy más en la casa de la playa que en la capi–, me ha preguntado algo obvio, qué tal en la nueva ciudad, si ya conocía a las vecinas [sic] y, con un gesto de manos deslizándose por una barriga llena de vacío, un ¿y qué...? ¿¡Y qué!?, nada, Maite, que ya tengo cuarenta y dos años. A lo que, con sorpresa, me respondió que vaya bobada y que ella tiene cuarenta y aún se lo está pensando.

Iba con algo de prisa, pero estimé que era inexcusable que frenara unos minutos en mi jornada y me sentara, metafóricamente hablando, a charlar con ella porque, oh, pobre, pertenece al grupo social engañado con eso de la maternidad tardía del que yo acabo de salir hace muy poquito no sin un profundo pesar interno.

Hace casi ocho años (¡guau!), con mi primer aborto, tuve una muy mala y una buena experiencia con sendas ginecólogas. A la primera le puse una reclamación y a la segunda, la hubiera abrazado fuerte y largamente porque me dio algo que necesitaba en ese momento: esperanza. La recuerdo de manera nítida, con su melena rubia, lisa, y un acento entre argentino y uruguayo, diciéndome no te preocupes, mujer, hasta los cuarenta hay tiempo de sobra. Entonces tenía treinta y cuatro y la verdad es que me despreocupé, sobre todo porque tenía otra gran preocupación, que era cuidar a mi madre de manera responsable.

Si volviera a coincidir con ella ahora mismo, es posible que le dijese que fue súper amable durante aquel trance tan duro, pero que no hubo tiempo de sobra. No lo hay a partir de los treinta y cinco, chicas/os, no lo hay. Una se puede sentir estupenda, joven, sana, pletórica ¡en su mejor momento!, pero la biología es la biología y contra ella poco se puede hacer y lo poco que se puede es escandalosamente caro (al margen de estresante, alienante, frustrante, etc.).

Nos creemos que por ver a mujeres conocidas y no conocidas gestando pasados ya ampliamente la barrera de los cuarenta, esto va a ser coser y cantar. No digo yo que en algunos casos no haya sido un pim pam pum, pero eso, que da la sensación de ser la norma, no es más que la excepción, casi un milagro.

Me encantaría que esas mujeres –cuanto más famosas y reconocidas o reconocibles, mejor– contaran también sus peripecias con la fertilidad, como vienen haciendo desde hace poco las periodistas Samanta Villar (sobre la ovodonación y las diferentes formas de ser madre), María Fernández-Miranda (sobre la no maternidad) o Silvia Nanclares (sobre la reproducción asistida y el duelo).

Le contaba esto y mucho más a Maite, y a una señora mayor que andaba haciendo la compra mientras ponía la oreja, porque me da una pena inmensa encontrarme con gente (incluyendo hombres, ¡poneos las pilas, chiquillos!, que esto también va con vosotros) que todavía desconoce el tsunami emocional que la no maternidad impuesta genera.

8 comentarios:

  1. Acabo de llegar a tu blog. Hay ciertos paralelismos entre nuestras vidas que me han hecho engancharme. El principal es el amigo común alemán. Mi madre tiene alzheimer, y también la tengo lejos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu comentario, Anónimo.
      No sé qué decirte porque poco alentador se puede decir ante una situación como la de tener a alguien en la familia (en la familia familia) con alzheimer :-/ Si puedo ayudarte de alguna manera, no dudes en enviarme un email. Los trucos con ciertas cosas nunca están de más si se tiene al señor alemán cerca.

      Eliminar
  2. Respuestas
    1. Hola, Soliloco.
      No sé, pero creo que tú y yo ¿tenemos algún amigo, en concreto amiga, en común...? Creo que sí. Bienvenido al blog, tal vez, de nuevo.

      Eliminar
    2. Hombre, alguna... y nos conocemos en persona, pero vamos de hace mucho tiempo, cuando haciamos kedadas y cosas así.

      Pelirrojo y alto :P

      Eliminar
    3. Estaba en lo cierto entonces. :-D ¡Guau, cuánto tiempo sin saber de nosotros y nosotros! A Gilda la fui a ver hace ya unos tres años a Santander, con sus miles de proyectos en la cabeza y sobre el papel. Igual de fascinante que siempre.

      Espero que todo te vaya bien, Soliloco, pelirrojo y alto. Ays, aquellas noches de Sing Star en Aravaca... ;-) Besos enoooooormes. Me alegro de que nos hayamos reencontrado.

      Eliminar
  3. ¿ Te has ido de Madrid? ¿ No existe ya en tu vida el alemán?
    ¿ Donde moras ahora?

    Mil preguntas por hacer...

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola, Luna!
      Sí, cuánto tiempo :-D Como te tengo en el lector de feeds, sigo tu blog y lo leo. Esto poco "comentadora", pero así no pierdo el contacto total con el mundo.

      Muchas preguntas, sí. También mucho tiempo sin estar por aquí en modo abierto. Dejar de escribir no lo he hecho, pero necesitaba un tiempo de escribir para mí misma.

      Me he ido de Madrid o, para ser exactos, llevo un año yéndome de la capi. Al sur. Ya sabes, el trabajo es el trabajo y si te tienes que ir, pues te vas. Añoro mis montañas y el frío en Otoño.

      Desgraciadamente sigue existiendo el señor alemán en mi vida. El de mi madre se fue hará tres años el día 6 de diciembre, pero el de la madre de mi adorado sigue con nosotros, fastidiando al personal (sobre todo a ella, pobrina mía) como suele ir asociado en su naturaleza. Si de verdad existiera eso que llaman justicia divina, karma, destino o lo que sea, estoy a punto de que me toque un euromillones sin haber jugado nunca a la lotería :-D :-D :-D

      Un beso enoooorme, Luna.

      Eliminar