25/5/21

Diez años y diez días después

He estado unos días revisando las fotografías que tomé durante el 15M. En el gran día, que no llevaba más que el móvil, y en los posteriores hasta su primer aniversario. También en los precedentes, porque el 15M no surgió de la nada un quince de mayo, hubo muchas mini manis antes (los jueves de Antón Martín). Buscaba, además de una buena imagen, qué era lo que tenían aquellos días que no tienen estos, igual que sigo buscando lo que queda de aquellos en estos días.

No he tenido tiempo de leer nada sobre el 10º aniversario. Apenas he podido ver unos minutos de un par de programas televisivos. Alguna declaración en forma de titular de las cabezas visibles del movimiento... Poco más. Solo puedo hablar —escribir— de lo que viví como participante de todo aquello. Participante, además, a ratos porque mi ocupación principal en aquel tiempo era cuidar de mi madre, enferma muy avanzada de Alzhéimer, a 366 kilómetros del Kilómetro Cero.

Decía, al principio, que me gustaría conocer cuál es la diferencia entre entonces y ahora. Encuentro una principal: la ilusión. Ir a la Puerta del Sol, pese a la que estaba cayendo, era un chute de energía. Siempre había alguien haciendo algo, alguna comisión abierta, una votación, un discurso, música, juegos para los niños, hablabas con unos y otros, personas hasta ese momento desconocidas... Volvía a casa de buen rollo, esperanzada. Se veía luz al final del túnel. 2011, con sus cosas terribles, fue un buen año para mí, tal vez el último bueno hasta la fecha (cierto es que el tiempo lo dulcifica todo; tendría que leerme para entender a mi yo de entonces).

Tampoco quiero ser pesimista. Quizá hemos perdido todos, como sociedad, parte de esa ilusión un tanto naïf del inicio, pero algo queda, más allá incluso que un par de partidos políticos. Creo que gracias al 15M se han conseguido parar varios desastres que habrían seguido hacia adelante sin ningún tipo de cortapisa. Me refiero, sobre todo, a lo logrado por las mareas que, aunque parezca poca cosa, peor hubiera sido que dejáramos caer en manos privadas sectores estratégicos para el estado del bienestar como son la sanidad y la educación, lo cual no significa que no haya que seguir batallando por ellos.

Además estoy convencida que tanto la cuarta ola del feminismo como la concienciación sobre la emergencia climática proceden en parte, o al menos se mostraron más evidentes, desde aquella plaza maravillosamente ocupada.

Pese a todo, ¡sorpresa!, ganó la derecha en las generales. Hemos tenido una desgracia de Década Ominosa II de la que nos va a costar salir. Esta pandemia, tediosa e infinita, no ha hecho sino más que poner en evidencia nuestras carencias como sociedad agravando el tema: algunos todavía andamos recuperándonos de la quiebra de Lehman Brothers. Más que nunca necesitamos que aquel espíritu primaveral, inocente pero combativo, nos invada de nuevo.

(Por cierto, que hoy, 25 de mayo, hace siete años —parece una eternidad— que Podemos asaltó Europa ganando cinco escaños en las elecciones.)

(Y feliz día de África. Mi siempre querida y añorada África.)

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