6/8/21

Nos tienen engañadas

En menos de una semana he hablado con dos mujeres distintas que me han comentado un problema compartido: hipogalactia. Es curioso coincidir en tan breve periodo de tiempo con dos personas a las que, expresado con términos coloquiales, no les subía la leche tras el parto. Se trata de una dolencia con poquísima afectación poblacional, menos de un 5% de las parturientas.

Sus argumentos eran similares a los que yo misma me encontré tras dar a luz: el bebé se queda con hambre, va a entrar en hipoglucemia, no tienes suficiente leche, ponle un biberón de apoyo... Y tu hijo, que con tan poca edad no sabe hacer otra cosa, llora desconsoladamente. Y tú te pones nerviosa porque llegas a creerte que se queda con hambre, que va a enfermar, que tu leche no es ni buena ni suficiente... Te pilla con la guardia baja, cansada, sin demasiada información porque toda la información que has atesorado mientras te va creciendo el bombo es la relativa al parto y a los diez objetos imprescindibles que tiene que llevar una canastilla. Nadie -casi nadie- te ha hablado de calostros, de crisis de lactancia, de reflujos, de grietas.

Cuando estaba embarazada de cinco meses me sorprendió que mi matrona me invitaste a una reunión de lactancia. Todavía no había comenzado las clases de preparación al parto y me parecía un poco como empezar la casa por el tejado. Fui allí, escuché a varias chicas con problemas de agarre (¿agarre?) y peso en sus recién nacidos y con las mismas me volví a casa. Emocionada, eso sí, y convencida de que quería dar teta a mi churumbel.

Al regresar de las vacaciones me hicieron parir y tras el breve periodo en la incubadora que pasó la recién nacida, al encontrarnos por primera vez aquello no fluyó para nada. Les ahorraré los detalles del calvario que pasamos mi enana y yo (y su padre) hasta que cuatro meses después de lágrimas, sacaleches y biberones comenzara la magia.

Cu-a-tro-me-ses

¿Quién coño aguanta cuatro meses intentando que algo empiece a ir aceptablemente bien? Si el santo Job hubiera tenido que dar teta, se habría inventado la leche de fórmula siglos antes de la venida de Jesucristo.

La hipogalactia es un trastorno muy raro. De ser habitual, tan habitual como nos hacen creer ahora incluso desde las propias maternidades, los seres humanos nos habríamos extinguido hace siglos. La lactancia artificial lleva con nosotros tan solo unos cien años. Antiguamente si una señora salía con baja producción de leche, o pagaba a un ama de cría o se le moría el enano. Era así de cruda la cosa.

Mis dos conocidas del principio de este post no han tenido hipogalactia (me apostaría un brazo a que no): han tenido muy malos consejos y muy malos consejeros, sobre todo si su elección era dar el pecho a sus hijos y no pudieron hacerlo.

(Estamos en la Semana Internacional de la Lactancia Materna. Casualidades de la vida en esta semana he hablado mucho sobre lactancia y bebés sin ser consciente del evento, y de aquellas charlas, este escrito.)

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