5/8/21

Vivir en el ahora, esa entelequia

Recuerdo una noche de invierno en Málaga. Estaba tumbada sobre la cama, las cortinas echadas y las persianas bajadas. Aún así se colaba un hilillo de luz por las rendijas. Mi hija empezaba a dormir plácidamente sobre mi pecho. Fuera hacía fresco, que no frío. Por la calle, pese al toque de queda, circulaba una moto en dirección este, lo suficientemente cerca como para oírla; lo suficientemente lejos como para no despertar a la niña.

En ese momento pensé que no existía mejor lugar en el mundo que en el que yo me encontraba, acariciando los cuatro pelillos que poblaban la cabeza de la pequeña con las yemas de mis dedos. El tiempo se suspendió en el espacio. Quizá esa sensación, tan placentera y poco común, es a lo que los gurús del bienestar denominan vivir el presente.

Con la meditación -al menos con la que yo practicaba y trato de practicar siempre que me acuerdo- llega a pasar algo similar: concentrarse en el instante, invitar a los pensamientos que afloran por doquier a que se vayan por el mismo sitio que vinieron o por cualquier otro. Ni más (ni menos).

Pero encuentro que es irreal querer vivir siempre ahí, en el presente. Y más irreal aún conseguirlo. Las sesiones de meditación no se extienden mucho más allá de las dos horas. Los mismos gurús del bienestar se contradicen cuando en la misma frase mezclan presente con planificación, que, desde mi corto entendimiento, es pensar en el futuro, aunque sea a semana vista.

Me atrae más la idea de una suerte de camaleón temporal con uno de sus ojos centrado en el presente y otro avistando lo que podría ir sucediendo en el futuro, un ojo previsor.

Por ejemplo: disfruto jugando con mi hija en el parque, aunque soy consciente de que, pese a que no nos apetezca irnos, nos tendremos que marchar porque de no hacerlo, llegaremos a un presente en el que ella estará súper cansada y no quiera otra cosa que irse a la cama cuando hay que, al menos, lavarse y ponerse el pijama (la cena también sería importante) antes de dejarse acariciar por las sábanas.

Ninguna de las dos querremos ni vivir ni habitar ese presente chungo y por eso mamá dirá que hay que irse a casa un poquito antes de lo que realmente nos apetece. Planificación, mínima, pero planificación.

Ahora bien, en el momento de jugar, solo juego.

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