19/12/23

Las que sostienen

Las y no los porque normalmente son ellas (somos nosotras) las que sostenemos.

No sé si este o el verano pasado cayó en mi time line una columna sobre los veranos de nuestra infancia, tan divertidos e idílicos. La columna en cuestión exploraba la naturaleza de ese paraíso estival soportado por las espaldas de no pocas mujeres (abuelas, tías, madres, vecinas) que salían de casa para hacer la compra, que cocinaban lo comprado, que se ocupaban de que la casa en que nosotros sesteábamos o veíamos la tele o pasábamos el rato estuviese recogida y limpia y bien provista. Ellas no tenían verano o no tan grato como el nuestro y me figuro que les pasaría igual en Navidad.

A mí las navidades me encantan y me estresan (aquí estoy con un bol de patatas fritas después de haber comido chocolate como si se fuera a acabar el mundo). 

Este año parece que pudiera ser especial. Mi hija ya se empieza a dar cuenta de ciertas cosas y decorar con ella la casa ha sido una gozada. Me he acordado de mi padre, que le gustaba montar un belén con agua, electricidad y mil vainas más. Nuestro belén es más sencillo, más minimalista, que diríamos ahora. Igual que nuestro árbol en el que las notas de color más allá de dorados y plateados las aportan una bolitas minúsculas de cristal en mil tonalidades.

La carta a los Reyes también es otro momento especial. Yo escribo, ella dibuja cosas. Ahora, que se ha pasado del arte abstracto al intento de figurativo, salen corazones, arco iris y estrellas acompañados de algún personajillo indeterminado de patas largas.

Entonces, ¿por qué te estresas, Cal?

Porque os estoy contando la parte divertida. Ahora viene el infierno por el cual me gustaría desaparecer desde más o menos pasado mañana hasta el día cuatro de enero: sostener la casa. En mi caso dos casas con familias de dudoso nivel funcional para estos menesteres.

El año pasado, por poner un ejemplo, llegué a tres o cuatro horas de la cena de Nochebuena en casa de la familia política y, no es que no estuviera el ágape medio planteado, ¡es que ni había comida para cocinar! La excusa, siempre oportuna, es que trabajo, como que yo no trabajara también (y como que no hubiera gente jubilada en esa casa).

Tuvieron el cuajo de decir que «si yo no tengo hambre, no voy a cenar casi nada». Muy bien, usted no, pero me he metido novecientos putos kilómetros de carretera para celebrar, ¡cosas!, la cena de Nochebuena. Mi hija también. Tenemos hambre. Queremos cenar y fingir que estamos súper a gusto.

Improvisé una dorada a la marsellesa —sin alcaparras— que había traído de mi casa y una sopa de brick con fideos, huevo cocido y zanahoria. Ni pan del día tuvimos.

En mi casa, con mi familia, el desastre no varía demasiado, aunque se manifiesta de otra forma. Normalmente vienen a la crítica hora, a mesa puesta, mientras mi madre (cuando vivía y no le acompañaba el Señor Alemán) y yo nos habíamos metido la soba padre desde dos o tres días antes. Desde el momento que dije que no podía sola con toda la parafernalia de cenas y comidas, cuidado de mi madre y demás, se decidió encargar la comida a un restaurante, al menos el plato principal.

Me hace gracia porque normalmente en estas fechas me achacan el poco ritmo que tengo para la fiesta, que qué sosa estoy, que me voy a la cama pronto (pronto: dos o tres de la madrugada) y que no me apetece hacer nada, como que no llevara una semana o más encargándome de hacer de todo para todo el mundo. Encima tengo que divertirme (o divertirles).

Pásenme unos días maravillosos en la mejor de las compañías. Y no se olviden de estar atentos a las que sostienen: ellas también tienen derecho a disfrutar de estas fechas, incluso a descansar.

2 comentarios:

  1. Es igual en todas partes. Se supone que avanzamos, pero es curioso que cuando tocamos algo tradicional es cuando salen a relucir todas nuestras viejas costumbres, lo que damos por supuesto, los aspectos de nuestra vida que nos dieron regalados. Nuestras madres, tías, abuelas. Siempre haciéndose cargo, siempre atentas al detalle y con capacidad de rellenar todo lo que los demás ni nos planteábamos.
    Me parece tremendo lo que cuentas, Cal. Que a nuestras edades (la tuya menos, lo sé: pero peor, por tanto) aún tengamos esa desconsideración, ese egoísmo. Que en estas fiestas en las que se supone que la generosidad y el amor nos deben desbordar, que la familia debe escribirse con mayúscula, resulta que las mujeres siguen siendo las que sirven, las que navegan, las que apañan.
    Y que no seré yo quien pueda tirar la primera piedra. Estos días, mi mala hostia navideña se incrementa con el hecho de que a mi Baronesa sí le gusta la navidad, y que ahora mismo nuestra casa es un poco el centro de gravedad de las fiestas, por aquello de los cuñados solteros, nuestros hijos y el espacio disponible. Vamos llegando a un acuerdo de mínimos, en el que las comidas han dejado de ser pantagruélicas y a cambio yo incluso he colocado lucecitas y mierdecitas de esas. Decrecemos, supongo que es el camino.

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    1. Yo no puedo más, Neo. Llevo tanto tiempo diciéndolo que nadie me cree (nadie me escucha, también es verdad).

      Solo deseo el día en el que tenga el suficiente dinero como para poder irme todos estos días lo más lejos posible, con mi hija.

      Estoy pasando un año muy extraño en cuanto a relaciones personales. Muy desencantada y confundida. Ayer llegó mi mejor amiga de vacaciones y todavía estoy esperando a que me diga un triste «hola» por wasap, que igual pido mucho, no sé…

      Este año ya dejé de felicitar la primera los cumpleaños de todo quisqui. Y estoy un poco en shock porque uno de mis grandes amigos de antaño ha tenido un accidente (con muy mal pronóstico) y este año no le felicité. Era, desde hacía unos años, la única fecha en la que hablábamos un poquito.

      Con las «familias» (he dejado ya de engañarme conque son familia) también solo veo interés y egocentrismo.

      Estoy cansada. Por otro lado pienso que hay que mantener las relaciones, que hay que hacer el esfuerzo, pero no puedo con tanta asimetría, de verdad.

      Felices fiestas, Neo, para ti y los tuyos <3 (¡A mí me encanta poner bolitas de navidad y muérdago y el belén! Ir a tomar un aperitivo con gente que quieres y te quiere. Comer pipas en la calle mientras charlas de naderías, con el vaho saliendo por la boca a cuenta del frío... Mola mucho ;-D)

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