4/7/24

Matar moscas a cañonazos

Vengo a desnudarme. 

Metafóricamente.

Ayer me di cuenta —por fin— de algo. Algo que puede ser tonto visto desde fuera, pero que para mí, con mis circunstancias y el transcurrir de la vida que he tenido, es importante. Y llevo desde ayer llorando. Por la tarde desconsoladamente. Por la noche, con rabia. Y ahora un poco por sentirme como una gilipollas, aunque con cierto alivio. 

Así que, como tengo blog, en vez de dar la tabarra a mi almohada, vengo aquí a desahogarme.

Podéis iros. 

No pasa nada. 

Por aquí no viene ni el tato y, franklin, ahora mismo me da absolutamente igual ya.

Llevo desde febrero con un nivel de trabajo, autoexigencia y berenjenales varios que es como para darme de tortas. Es la vida (de nuevo) que te tiene mano sobre mano (es un decir) durante un tiempo y de repente, pum, mil cosas a la vez. Mil interesantes, además. Tan interesantes que te da pena rechazar algunas porque, jo, no había mejor momento… bah, luego lo retomo/ intento cuando esté más libre… 

E T C É T E R A

Me cayó una beca súper jugosa de estudios de post grado y un programa de emprendimiento en una fundación muy potente del norte. Por la cara, sin pagar ni un euro (¡Gracias, Next Generation! 🤜🏻🤛🏻). Tuve que dejar al margen unas charlas (que las voy a hacer, sí, porque son sobre algo que a mí me pone mucho muchísimo, pero después del verano) y pasar presupuesto en serio a un par de clientes potenciales. Solo uno de mis dos regalitos me iba a ocupar unas buenas cuatro o seis horas diarias y no estaba mi maquinaria interna como para sobrecargarme más.

¿Los estudios? Miren, geniales 😍 Es como encontrar algo a lo que te gustaría dedicarte; una, por llamarlo de alguna manera, vocación. Quiero trabajar en la UNESCO (¿quién no?) Pero, ¡ay, amigo! qué osadía se me ocurre a mí, maruja por obligación, ponerme a pensar en mi futuro y el de mi prole en vez de en qué cocinar esta semana o el cambio de armario de la enana, ¿eh?

Todavía me quedan unos días. No me va a dar tiempo a examinarme de todo, pero voy a intentar terminar algo. Algo que me permita re-matricularme (el año que viene, que necesito más que nunca un kitkat) y seguir adelante, aunque sea sin beca.

El programa de emprendimiento… Pues también genial. Lo que he aprendido de finanzas y negocios no tiene precio. Nunca pensé que me iba a gustar tanto el tema empresarial, la verdad. A ver, no es «lo mío», pero me lo paso bien y hay ciertas partes que sí se acercan mucho a lo que yo hacía antes de convertirme en ama de casa irremediablemente: comunicación, imagen de marca, estrategia, posicionamiento… Iba a presentar el plan de empresa el día 18 del presente mes, P E R O ayer me di cuenta de que qué cojones estoy haciendo con mi vida. Yo no quiero tener un (muy entrecomillado) alojamiento rural: quiero tener una casa bonita y funcional en la que vivir a gusto. Si luego, cuando me toque irme a vivir a otro lado, la puedo alquilar, pues fetén, pero no hay más: no hay negocio.

Me he embarcado en una locura de números, planes de acción, flujos de no-sé-qué, narrativas empresariales y líos varios simplemente porque quiero que (lo que queda de) mi familia me dejen de una vez en paz y vivir tranquila en mi casa del pueblo, con la distribución, estilos decorativos y temperatura de color de las bombillas que a mí me salga del mismísimo toto. Por eso: porque quiero mi casa, a mi aire, para mis cosas.

Porque, además: monto mi alojamiento rural. Guay… ¿y a dónde me voy a vivir, si no tengo dónde caerme muerta, y estoy a cargo de una niña pequeña casi en solitario, empeñada hasta las cejas para que el revoco a la tirolesa de las paredes no se parezca al gotelé de toda la vida?

Me he equivocado.

En vez de montar mi negocio digital de comunicación (que es en lo que debería estar poniendo todos mis esfuerzos), me he ido por los cerros de Úbeda animada por a saber qué (quizá los 3000 euros del premio, que, en fin, soy pobre y con ese dineral hubiera hecho milagros).

Me siento hecha papilla. Como que hubiera tirado el poquísimo tiempo libre del que dispongo (al margen de mi salud mental que… tela) por el desagüe. La mitad de todo este año. Me siento un fallo, una decepción, un no acabar con nada, un estar embarcada en mil historia que meh.

FATAL.

2 comentarios:

  1. Madre mía.
    Como experto que soy en berenjenales, te entiendo perfectamente. Bien es cierto que lo mío ahora mismo es más vocacional, y que incluso podría delegar o pagar algunas de las cosas que me impongo hacer. O no hacerlas. Tuve épocas en las que el trabajo sí me importaba, en las que tenía ambición y lo económico era relativamente determinante. Por suerte, pude cambiar el rumbo y cambiar emoción por funcionariado.

    Lo que cuentas es muy muy bonito. Pone los dientes largos a cualquiera. Lo malo es que tenga que ser a cambio de dinero, y peor aún que sea a cambio de un dinero necesario.

    No sé si parar un tiempo es una posibilidad. Respirar y volver con algo de descanso y energía acumulada. Porque si no... en lo de apretar el culo y seguir para adelante sé que eres una experta.

    PS: Mola el gotelé suizo ese, sí.

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    1. Ya estoy mejor, Neo. Ayer conseguí terminar uno de los nueve temas que me quedan pendientes (hoy he terminado otro y medio más) y estoy, al menos, aliviada.

      También me salieron más o menos bien los números para el (entrecomillado) negocio. No creo que me presente al premio, pero sé que si algún día me decido a hacerlo (uno en el que tenga algo más donde caerme muerta), puede ser que salga más o menos bien.

      Ya no voy a parar. Me quedan catorce días de estrés máximo (aunque ahora relativamente controlado), así que, nada, apretar el culo y tirar p'alante: quiero tener un "verano" lo más libre posible de remordimientos.

      Ojalá consiga descansar un poquito.

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