El Hospital de San Blas
La hermana Luisa era la encargada de recoger a los nuevos niños que llegaban a la sección infantil del Hospital. Ella, la virgen madre, se encargaba de asear a los bebés, ponerles ropita, patucos, peinarles, cortarles las uñitas, darles el biberón y acostarlos en sus cunitas de melamina. En sus pocos ratos libres tejía vestiditos para los niños y se encargaba de los arreglos de la ropa que les regalaban desde fuera.
La hermana Luisa estaba muy preocupada con una niña que acababa de llegar al orfanato y de la cual no era capaz de hacer que comiera. Un biberón se le juntaba con otro y tenía que echar mano de alguna de las novicias para que, mientras intentaba alimentar a Kika, las otras dieran la comida al resto de niños. Kika sólo quería dormir. En unos días, en vez de ganar peso, lo perdió y empezó a parecerse a un perrito Shar Pei en vez de un bebé orondo.
Pero Kika no se quedó demasiado tiempo en San Blas. Una niña tan bonita era fácil de colocar en una familia de bien. En noviembre vinieron los nuevos padres de Kika: Felipe y Laura. La hermana Luisa tuvo que poner el pañal a Kika porque Laura, de los nervios, no podía. También le dio unos consejos prácticos de madre experimentada a madre novata y le dijo que tuviera mucha paciencia con la niña, que apenas sí comía, pero que era muy tranquila y que nunca había llorado (tampoco nunca había sonreído). Y sólo les pidió un favor: “Por favor, no la cambien de nombre. Llámenla Francisca”. Cariñosamente le llamaron Kika.
Mundo dual
Kika fue la primera niña adoptada de su comarca. Adoptada legalmente y con ansias de que fuera una hija de verdad porque adopciones de las otras ya existían en algún caso que otro. Con lo cual creció siendo una especie de bicho raro entre la comunidad de vecinos. Ningún niño quería jugar con ella, salvo los que venían de fuera y no conocían su “situación”. En el colegio la castigaban habitualmente. A veces con razón puesto que Kika se volvió una niña díscola y culo inquieto. Pero la mayoría de las veces sin motivo aparente. Ningún profesor daba la cara por ella. Siempre estaba sola en el patio jugando con alguna de sus muñecas. Hablaba con muy pocas niñas. Y nadie dijo a sus padres nada de lo que estaba sucediendo.
En casa era todo diferente. Era como pasar del más duro de los infiernos de Dante al cielo con sus angelitos. Claro está, si estaban los padres, porque si había algún familiar más, sobre todo al principio, la niña se cohibía y se apelotonaba en sí misma. Sus abuelos nunca la aceptaron. Sus tíos y primos poco a poco fueron aprendiendo a quererla no si haber por medio más de una discusión entre Laura y sus hermanas.
Felipe, sobre todo, se daba cuenta de que algo fallaba en el carácter de Kika. Era totalmente diferente cuando estaba con él y cuando había alguien más ajeno a sus padres cerca. Lo atribuyó a una exacerbada timidez y no le dio mayor importancia. Pensaba que cuando se hiciera más mayor se le pasaría.
Dos mundos contrapuestos. Dos mundos que se contradecían en la cabeza de Kika. Como consecuencia dos tipos de personas. Kika creció sin distinguir tonalidades de gris entre el blanco y el negro. Cuando fue adulta se dio cuenta de que algo en su conducta no funcionaba. Acudió a más de un profesional de la salud que la ayudaran a entender el porqué de su carácter tan extremo. Por qué estaba o genial o mal, pero nunca bien a medias. Poco a poco empezó a quererse. Poco a poco empezó a ver tonalidades de gris.
CONCLUSIONES
Tal vez os estéis preguntando el porqué de toda esta literatura de baratillo. Pues bien, todo este rollo macabeo ha venido a colación por un tema del que últimamente se ha hablado mucho en los medios de comunicación. Es más, se ha convertido en un tema del que hasta en los ascensores de las casas se comenta algo: EL MATRIMONIO ENTRE HOMOSEXUALES Y SU POSIBLE DERECHO A ADOPTAR.
Mi postura, alguno de vosotros ya la sabéis, es que sí al matrimonio entre homosexuales, al margen de diferenciaciones de tipo etimológico sobre lo que significa la palabra en sí y al margen de los problemas de índole legislativa que se generarán de los cuales ya hablé ampliamente en el blog de Dawu.
Y además sí a la adopción de niños por parte de las parejas homosexuales. Alguno de vosotros dirá que me he vuelto medio tonta o que he reflexionado poco sobre lo que acabo de decir. Pues no estáis en lo cierto. Reflexiono sobre el tema desde mucho antes de que saltase la polémica al vox populi ya que tengo un par de amigos –amigos de toda la vida, de estos que te encuentras en el colegio y te acompañan para el resto de tus días- que son homosexuales. Ella lesbiana y él gay. Ella lleva ya mucho tiempo viviendo con su novia y llevan, algo menos, planteándose ser madres. Y me parece cojonudo. Han barajado ciertas posibilidades que van desde el aquí te pillo aquí te mato con un desconocido hasta la inseminación artificial pasando, lógicamente, por el tema de la adopción.
Al ser mujeres se han decidido por un método de inseminación artificial ya que por lo menos quieren que su hijo lleve el código genético de una de ellas (cosa que os puede resultar muy chocante pero que no en vano por y para eso está la reproducción simplemente entendida: para la propagación de nuestros genes en generaciones venideras. Los sentimientos son otra cosa).Y no dudo lo más mínimo que ambas dos criarán a su hijo de la mejor manera que sepan. Le darán cariño y comprensión y le guiaran en su camino hacia la madurez. Y si no, aquí estamos sus amigos para decirlas algo, aunque no creo que haga falta.
El problema más serio lo tiene mi amigo gay. Por mucho que se lo proponga nunca se va a quedar embarazado. Todavía no se ha planteado en serio eso de ser padre. Tiene novio desde hace poquito. Tampoco he hablado con él del tema así que pongo un punto y seguido en este apartado.
A estas alturas del relato puede ser que os preguntéis ¿qué sucede con el niño a adoptar? Pues francamente, nada. O mejor dicho casi nada. Por supuesto que los abanderados de esta situación tendrán que soportar comentarios ridículos y dañinos por ser los primeros en tener dos mamás o dos papás. Y lo pasarán mal, muy mal. Igual que Kika por ser la primera niña adoptada de la zona. Y ojo, Kika fue adoptada por un matrimonio católico y heterosexual. Me apuesto la cabeza y no la pierdo. Pero alguien tendrá que arriesgarse y dar el pistoletazo de salida para terminar con esto. Quizá pensamos demasiado en lo que tenemos entre las piernas cuando lo realmente importante es lo que tenemos en la cabeza (“hay que follar con mentes” es una frase que dice el personaje de Eusebio Poncela en la película “Martín Hache”).
El ser humano, desde siempre, mucho antes de tener gnosis de sí mismo, ha tenido miedo a lo desconocido. Y ante lo desconocido y aquello que le provocaba miedo silbaba (según Günter Grass). Hoy en día vivimos en una sociedad compleja, muy compleja. Años de Historia y de costumbres sociales nos hacen difíciles de comprender. No somos sencillos, tenemos conocimiento de lo que nos rodea y capacidad de raciocinio (vale, en este sentido algunos todavía están en la Edad de Piedra, de acuerdo). Pero a pesar de la evolución nos siguen asustando los cambios.
Me parece increíble que en pleno Siglo XXI todavía estemos hablando de los derechos de los seres humanos. Francamente pienso que tienen que ser los mismos para todos, sin distinción. Y, aunque no lo creáis, el derecho a tener hijos es eso, un derecho.
Pues eso, ahora os toca a vosotros. Besitos y feliz fin de semana. Calamity.
PD. La historia de Kika no es real. Digamos que los personajes no son reales, pero que los hechos están basados en acontecimientos que han pasado. Esta postdata sólo para satisfacer vuestra curiosidad culebronera. ;P