El embarazo administrativo
Evidentemente Laura se desmayó. A los segundos volvió en sí, pero su primera reacción fue preguntar a Felipe qué había pasado. Ella, pobre, pensó que había sido una aventurilla extramatrimonial cuyo goce y disfrute había dado como fruto un hijo, pero con otra, claro. En ese momento Laura estaba confundida. Pensaba que iba a querer al hijo de otra por el mero hecho de que también fuera de su marido, pero, pero, pero ya. Felipe le explicó a su mujer el tinglado en el que andaba metido. Hasta Laura se fumó un cigarrillo en ese instante.
Después de varias horas de charla, cuentas, llamadas telefónicas y miradas de preocupación Laura decidió que sí, que había llegado el momento de ser madre. Que estaba preparada. No en vano había criado a su hermana pequeña y a varios de sus sobrinos sin pedir nada a cambio. Sí, era cierto, iba a ser madre.
Una vez que Laura se aclaró de todo el tejemaneje que se traía su esposo comentó con éste que prefería hacer las cosas de manera, digamos, ordinaria. Esto es: presentar una solicitud en Gobernación, someterse a las pruebas médicas y psicológicas pertinentes, analizar junto con un señor del herario público las cuentas de la familia, ah, y consultarlo con ambas familias: la de Felipe y la suya misma.
Lo último que pensó fue lo primero que hicieron. Laura y Felipe acostumbraban a tomarse un café con la familia los fines de semana en su propia casa, así que ese domingo sería el domingo de la anunciación. Pero cuál fue su sorpresa cuando prácticamente nadie de la familia estaba de acuerdo. Es más les pareció una aberración que alguien que no llevase su sangre pasase a llamarse hijo o hija. El optimismo que había reinado en toda la semana de papeleos y emoción se vino abajo en un santiamén.
Esa noche no pudieron dormir (y, como comprenderéis, no fue por el café).
Por la mañana recibieron una llamada. Era el hermano mayor de Laura, Tomás.
- Laura. Buenos días.
- Hola Tomás. Qué tal.
- Bien –se aclaró la voz-. Marta y yo no hemos podido dormir en toda la noche… Hemos estado hablando sobre lo que nos dijisteis a la familia ayer por la tarde.
- ¿Y?
- Y que pensamos que tenéis todo el derecho del mundo a tener un hijo. Me da igual el cauce que escojáis. Será vuestro hijo y punto. Y por supuesto será mi sobrino.
- ¡Me hablas en serio! ¿De verdad que no os parece mal? Ay Tomás, qué alegría.
- Te lo digo en serio Lau. Ahora después Felipe y tú haced lo que queráis, sois vosotros los que habéis de tomar la decisión. Piensa que un niño no se puede devolver. Va a ser vuestro hijo.
- Ay Tomás, me llenas el corazón de regocijo. Felipe y yo no hemos pegado ojo en toda la noche dándole vueltas al tema. Ha sido un horror, en serio. Sin deciros nada ya habíamos empezado con los trámites. El otro día fuimos al médico de la institución y en breve van a empezar a haceros preguntas a la familia. Por eso os lo queríamos decir.
- Pues que vengan a mi a preguntarme que bien sabré responderles. Cuando Marta y yo tuvimos que emigrar, no dudasteis ni un segundo en haceros cargo de nuestra hijita. Ella ha crecido sana y feliz. ¿Qué quieres que te diga Laura? ¿Qué te digo?
- Tomás, sólo puedo darte un beso, un beso de una recién embarazada. Vas a ser de nuevo tío querido Tomás.
En unos meses los inspectores habían terminado su trabajo: entrevistas a la familia (que al final se portó bien y no dio a entender su desaprobación primigenia), al cura párroco del pueblo, al director del banco, al jefe de Felipe, a las vecinas de Laura… Papeles, papeles, papeles y más papeles.
Daniel, el sastre, se encargó de que esos papeles llegaran lo antes posible al primer puesto de la lista de espera. Habló con quien fue oportuno y en pocos meses se alegró de la llegada de una esperada noticia:
Le anunciamos que el expediente 270009197571928 ya ha sido estudiado en profundidad y ha sido concedida la solicitud de adopción presentada por don Felipe Osorio y doña Laura Abarca.
Debido al lazo de amistad que les une con la pareja y su trabajo en la Gobernación, le rogamos que se ponga en contacto con los futuros padres adoptivos para que se personen lo antes posible en el Hospital de San Blas.
Sin otro particular, reciba un cordial saludo.
Kika
Nació un frío día de Octubre de mediados de los setenta en el seno de una familia con pocos recursos. Paliducha, enclenque-apenas dos kilos pesaba-, calva y con unos ojos que se le salían de la carita.
Las crueles Parcas parecían haber cargado una bovina con poco hilo en su huso para contar los días de vida de la niña. Todo le era desfavorable, incluso sus hacedores: su padre ya se había olvidado de su madre antes de que Kika fuese un embrión. Su madre había sido repudiada por la familia a cuenta del qué dirán. Su contrato de trabajo había concluido. La madre de Kika se encontraba sola y con un bebé recién nacido. No tenía dinero más que para un par de meses y Kika… Kika empezaba a ser un incordio.
Cuando la madre dio a luz nadie le esperaba en la salita de partos. Nadie apretó su mano en el momento de la coronación. Nadie vino a traerle flores al cuarto ni patucos para la niña. La madre salió del hospital con los puntos aún frescos de la misma manera que entró: conduciendo su propio coche hacia su casa.
Por el camino la madre lloraba. Sus lloros a veces eran de felicidad porque miraba a su pequeña hijita y se decía que iban a salir de esta con la cabeza muy alta. Aún así la madre de Kika no se creía su s propias palabras. Sabía que la situación era ardua y complicada.
Al salir del cruce de la maternidad con la carretera principal que llevaba al centro de la ciudad la madre no controló bien el semáforo y un coche que venía por la izquierda se las embistió a ambas por la izquierda. La madre murió en el acto. Kika sobrevivió gracias al moisés que le habían prestado las enfermeras de la maternidad.
Kika se quedó en un par de días huérfana de padre y madre y repudiada por su familia biológica. Y ella lo único que hacía era dormir porque ni comer quería. Parecía que se estuviera dando cuenta de todo lo que a su alrededor sucedía.
Mañana: el desenlace y alguna conclusión (hum, esto igual para el lunes). Ya os lo imagináis, ¿no?
Besitos.
Calamity.