22/6/05

Más complicado de lo que parece. Parte II

Daniel y su doble vida
Daniel era un simple modisto masculino que trabajaba en una sastrería antigua que venía de herencia familiar. Confeccionaba los trajes más lustrosos de la ciudad y siempre estaba ocupado viajando a las pasarelas de Milán y París y leyendo la poca prensa de moda que se estilaba por los años setenta en España para aclimatar el gusto europeo al gusto español. Aunque estuvieran en una dictadura de la más cerradas que había sufrido el país, por lo menos se tenía que dar una imagen en el extranjero de cierto cosmopolitismo. Compromisos económicos fuera de las fronteras, supongo, para afrontar una autocracia cada vez más incómoda.

Pero precisamente ese régimen autocrático era el que mayores favores y mejores beneficios otorgaba a Daniel y su familia, ocho hijos ni más ni menos. Daniel también trabajaba para el Estado, pero de forma, digamos, encubierta. Era un poco ridículo ya que en una dictadura los errores cometidos por algún departamento son fácilmente subsanables de cara a la galería hasta que el Gobierno en cuestión cae, pero no obstante, como las cagadas gubernamentales son y serán común denominador a cualquier sistema de gobierno, era interesante tener agentes dobles.

Daniel tenía la oficina en su propia sastrería. Allí mientras tomaba las medidas de la espalda, pernera, codos y demás de los políticos de la zona, planeaba sus triquiñuelas y sus negocios con el poder. Daniel, pese a que nadie de la ciudad lo hubiera dicho, desempeñaba el papel de mano derecha del Gobernador de la Provincia.<

Una celebración inesperada
Felipe y Laura fueron invitados a la boda de la hermana pequeña que en aquellos años ya era una moza casadera y efectivamente contraía matrimonio con un chaval de pocas luces pero con un futuro brillante. Las nupcias de Tina con el chaval de futuro brillante escondían un orgullo paternal disimulado con los años por parte de Felipe y Laura que habían criado a la hermana como que fuese una hija. Es más el convite corría a cargo de éstos ya que los padres de Laura y Tina no querían pagar una boda que había manchado la honra de la familia.

Felipe se acercó a la ciudad para confeccionarse un traje a la altura de las circunstancias. Él no era el padrino de la novia, pero era prácticamente el padre de la misma. En la sastrería de Daniel se intercambiaban los datos de calidades de tela y tejidos de verano con los avatares del día día en la vida del matrimonio sin hijos.

Daniel estimó que Felipe era un hombre de confianza, fiel a sus principios y por tanto si le pedía que le guardara un secreto, éste se iba a ir a la tumba con él. Así que quedaron para hacer la primera prueba del traje a la semana siguiente, pero en un céntrico y solícito bar de la gran ciudad. Extraño, ¿no?

La primera prueba
Felipe acudió puntual a su cita con Daniel en la Cafetería. Fue curioso ya que Daniel apareció con un gran maletín lleno de papeles, cual yupi neoyorquino de los años ochenta, y empezó a explicar a Felipe el aparato burocrático para iniciar el papeleo y los trámites de adopción de un bebé.

Preguntas intimísimas se sucedían delante de las cálidas tazas de café y un cenicero lleno de colillas malolientes.

- ¿Estáis casado por el rito católico?
- Sí.
- ¿Desde cuándo?
- 1.956
- ¿Tienes trabajo fijo?
- Sí. Si lo necesitas te puedo traer papeles para justificar..
- Eso viene después, tranquilo. ¿Tú esposa, trabaja o es ama de casa?
- Es ama de casa. Pero me ayuda con ciertas labores de la huerta.
- Suficiente. ¿Habéis acudido a un profesional de la salud para consultar vuestro caso?
- Sí. Tenemos los diagnósticos en casa. Laura no puede tener hijos.
- No pasa nada. No obstante debería enviaros al médico de la institución. ¿Tenéis antecedentes de subnormalidad o taras en vuestras familias?
- No, que yo sepa. Mi hermana tuvo un error congénito en las piernas, pero como no ha tenido hijos, no sé…
- Mira Felipe, este es un proceso un tanto irregular. Yo sólo estoy acercándome a vuestra situación para mover ciertos hilos en las altas esferas del Ministerio y poderos allanar el camino. Este es sólo el primer paso de muchos. Felipe, tienes más de 45 años, ¿crees que os darían un bebé así como así? ¿Tú sabes la lista de espera que existe?
- Ya, pero los orfanatos están llenos de niños en espera del abrazo de unos padres… No lo entiendo.
- Burocracia, simplemente.

Felipe estaba confundido. Por un lado quería creer en la buena voluntad del sastre, pero se sentía abrumado por el aparato político del país, como que estuviera haciendo algo sucio y corrupto. Además Laura no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo en aquella mesa de mármol blanco. Ella creía que su marido había ido a probarse el traje.

La batería de preguntas, cada vez más intestinas, se sucedía. Por fin finalizó. Pero fue como la caída de una bomba en medio de una silenciosa iglesia:
- No sé… Laura… Aún no sabe nada. No le he dicho nada. Dios, ¿no está yendo muy deprisa?
- Sí. Es un niño de tres añitos. Lo abandonaron hace poco. No sabemos nada de él prácticamente, pero para vosotros representa la oportunidad de ser legalmente progenitores de una criatura.
- No lo sé Daniel. No lo sé. Ahora sí que sí Laura es una pieza básica. Ella sería la madre.

Felipe no se probó el traje aquel día. En el camino de vuelta a su casa estuvo planificando mil y una formas de decir a Laura lo que sucedía sin que ella se desmayase. Llegó a casa y no fue capaz de decirlo de otra manera:
- Laura: vamos a ser padres.

continuará...

Besitos.
Cal.