20/11/11

Elecciones generales 2011

No se me confundan que no voy a hacer aquí un sesudo análisis político de lo que ocurrirá dentro de apenas nueve horas. No es que no me guste la política (me apasiona), pero, miren, aquí no.

Cuando me rebauticé con el nombre de Srta. Calamidad -Cal para ustedes, amigos- no lo hice de forma baladí.

En las pasadas Elecciones Generales, las del 9 de Marzo de 2008, me tocó ser segundo suplente del presidente de mesa. ¡El horror! Salvo por una cosa: los cincuenta o sesenta pavos que te dan al final de la jornada. Y por otra: tenía que volver a mi pueblo, lugar en el que aún sigo empadronada.

¿Qué significa volver a mi pueblo en fin de semana? Significa que mis amigos -sobre todo los de entonces, con la juventud y la soltería a nuestras espaldas, sin hijos (pequeños demonios chupatiempo)- se iban a poner pesadísimos para organizar algo, ¡qué sé yo! una cena, como excusa de lo que vendría después: copas, bares, música, discoteca y cigarrillos, que entonces se podía fumar en los sitios públicos. Una, que es débil en materia de fiesta y divertimento, no fue capaz de decir que no, que tenía que madrugar y cumplir con sus deberes democráticos.

Total que en el restaurante me planté no sin antes advertir que o nos íbamos de empalmada a la mesa electoral o cena, chupito, puro y a dormir. Decisión unánime de los llamados a cenar: empalmada. Decisión de la menda tras tres copas de vino: empalmada.

Por muy jóvenes que nos creyéramos ya no lo éramos tanto y a eso de las seis de la mañana, con un nivel de alcohol en sangre rozando el delito, empezaron a hacerme la trece catorce. Vamos, que a esas horas ya solo quedaban dos de mis amigos y yo. Tampoco es que duraran mucho más y tras irnos a tomar un chocolate con churros (norma de la casa en los días de fiesta destroyer) se me amilanan y ¡se piran a las seis y media!

Ay, dios, ¿qué podría hacer yo en esa hora y media que me quedaba para que abriera el colegio electoral? No se me ocurrió otra cosa que irme a casa, sentarme un ratín en el sofá hasta que dieran las siete y media para empezarme a arreglar y pasar un apasionante día en el que lo único que oyese fuera "Fulanito de Tal. Votó".

Me quedé dormida como un bebé.

Cuando me desperté a las once y media de un soleado día anunciador de la primavera, la taquicardia que me dio no se la quiero desear ni al peor de mis enemigos. De mi casa al colegio electoral creo que no hayan cincuenta metros. Cincuenta metros más largos que atravesar la Vía Láctea de punta a punta, en los cuales las fantasías que poblaban mi resacosa mente iban desde el asesinato leeento y doloroso a manos de unos mercenarios contratados por el que se tuvo que hacer cargo de mi puesto en la mesa electoral hasta el encarcelamiento con esposas al estilo Miami Vice y posterior tercer grado con torturas y demás milongas policiales.


Con el aspecto (y la peste de los lugares cerrados llenos de humo) que una puede tener tras una noche de farra, me presenté en la mesa acalorada, nerviosa, asustada y solo pude proferir un lacónico soy segunda suplente del presidente de mesa y me he quedado dormida. Eso sí, con carita de cordero-degollado-la-sociedad-me-ha-hecho-así.

La soberana carcajada que inundó el colegio electoral todavía resuena cual eco entre sus paredes. Me tranquilizaron entre risa y risa y me invitaron, ya de paso, a que votara, pero con el morrocotudo susto que llevaba en el cuerpo, no pude. Desandé el camino andado hacia mi casa, me desmaquillé, me puse el pijama e intenté dormir en mi cama sin éxito.

2 comentarios:

  1. Genial, genial absolutamente. Buen nombre, sí.

    ResponderEliminar
  2. ¿Ves? Como dice una de mis mejores amigas, tengo un sexto sentido para el branding (palabro con el que se designa en mi sector a algo así como bautizar un producto, servicio, empresa, etc). ;-) Lo explotaré en mi ¿próxima? entrevista de trabajo, Neo.

    Tenían que haberme sacado una foto el 9 de marzo cuando llegué a la mesa electoral to' apurada... ¡Qué cuadro, la virgen!

    ResponderEliminar