18/11/11

El hábito no hace al monje

Ayer Madrid era una protesta miraras donde mirases: la marea verde, universitarios, trabajadores sociales y profesionales de la dependencia... Conducir se suponía un suplicio, pero un suplicio llevadero puesto que hay que dar toda la razón a estas personas tan maltratadas por la, ¡ay!, crisis.

Estando en la Glorieta de Embajadores, mientras llegaba el autobús número 34, una pequeña división de manifestantes se conglomeraba en el paso de peatones. Cierto es que estaban montando un poco de tangana y la gente, recién salida de sus oficinas made in Ikea, estaba deseosa de llegar a casa. Pitidos, acelerones, caras malhumoradas...

Tres preciosas ancianitas en la parada del metro, hablando de cosas tan interesantes como la laca que usan para sus cardados, se preguntaban:
- Pero ¿quiénes son esos que están montando tanto jaleo?
- Esos drogatas de ahí -contestaba airada una de ellas-, los jipis de la casa esa.

Los de la casa esa no son ni más ni menos que la gente que hace uso de un edificio que vive una segunda juventud, abandonado durante muchos años y ¡ojo! cedido por el propio ayuntamiento para convertirlo en un centro social autogestionado: la Tabacalera.

Soy usuaria de la Tabacalera. Gracias a ellos y de manera completamente gratuita, tengo clases de dibujo todos los martes, he asistido a interesantes e intensos debates antropológicos, políticos y sociológicos en los cuales he aprendido mucho, he conocido posturas semejantes a las mías y totalmente opuestas. He hablado con hippies, con nerds, con modernos, con rastafaris, con gente normal, con artistas, con perriflautis, con personas enormemente vinculadas en la mejora de nuestra sociedad, con algún gilipollas también (de estos hay en todos los sitios). ¡¡¡Todo gratis!!! Lo único que tengo que pagar es la caña que me tomo en el patio central de vez en cuando a un precio, hoy en día, irrisorio. Es mi deber como usuaria de todos estos servicios contribuir en la manera que pueda.

Por eso cuando les llaman -nos llaman- drogatas y delincuentes me fastidia profundamente ya que no es cierto. Las señoras en cuestión no dejaron su plática ahí y comenzaron con una serie de sucesos en plan a Fulanita le robaron todo menos la cadena de oro, a Menganita le pegaron un empujón el otro día, no hay quien pase por esa calle por la tarde toda llena de drogadictos, etcétera que a punto estuve de decirles algo puesto que, no pongo en duda que a sus amigas les haya pasado lo que cuentan, pero estoy casi convencida de que no era gente que hace uso de los servicios de la Tabacalera.

Me gustaría presentarles a estas tiernas mujerucas alguno de estos encantadores hombres a los cuales no dudarían ni un segundo en cederles sus bolsas de la compra para que les ayudaran a subirlas a su casa.




1. José Antonio Rodríguez Vega
Este señor con esta cara tan afable (no se fijen en la policía que le lleva al juicio) es conocido con el sobrenombre de El Mataviejas. Violó y mató al menos a dieciséis mujeres de edad avanzada, entre 61 y 93 años de edad.




2. Robert Berdella
Qué mono, ¿verdad? Con esa pinta de chico estudioso que no ha roto un plato en su vida. ¡Encantador! Bien, este señor se cargó al menos a seis personas en sus 43 años de vida. Previamente les torturó y desmembró para dejarles morir lentamente.


3. David Parker
Oh, dios, con esa carita, casi te dan ganas de ir a darle un abrazo. Pues cuidado porque este sonriente señor construyó una choza al lado de su casa (una caravana) y se dedicó a torturar y abusar sexualmente de sus víctimas durante varias semanas para finalmente desmembrarles y asesinarles. Construyó varios artilugios de tortura que habrían sido el deleite de la Santa Inquisición.

Como les decía en el título de este post: el hábito no hace al monje.

Diviértanse este finde y por favor ¡voten el 20N! (aunque sea en blanco o nulo, pero ¡voten!)
Cal.

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