(Modo Alcohólicos Anónimos On).
- Hola. Me llamo Calamidad y llevo cincuenta días sin tomar estabilizadores del ánimo.
- ¡Te queremos, Calamidad!
- ...
(Modo AA Off)
Al acabar de leerlo, me dieron ganas de aporrear furiosamente las teclas del móvil para decirle, entre cientos de emojis llorones y monitos que se tapan la cara, que estoy que no me aguanto de dolores psicosomáticos a ratos, que tengo mini vértigos y que mi ideación suicida acecha cada dos por tres (no querría exagerar todavía: cada tres por cuatro). Pero no lo he hecho porque, en una desesperada búsqueda por internet en plan "hago deporte, como bien, respiro concienzudamente, me miro al espejo por las noches y agradezco el culmen de un día más y aún así estoy depre" (I'm feeling lucky click!), me he quedado dormida sobre mí misma sin obtener respuesta aprovechable.
Antes de empezar las vacaciones, me tuve que tomar un día de vacaciones extra. Habíamos terminado un trabajo en equipo de esos duros de cojones que me había mantenido en vilo (no mirando al techo desde la cama sin poder pegar ojo, que también, sino con culo carpetero y cara de pantalla sobre de la mesa llena de hojas y lápices) las dos noches precedentes. Tuve un pequeño conflicto moral conmigo misma por saltarme las clases, sobre todo las de Audiovisuales (que sí, sabré mucho de cine y tal, pero una cosa es el verbum y otra muy diferente el actio), pero no podía ni con la máscara de pestañas.
Cuando la tutora pasó lista y vio que no estaba, murmuró hacia la clase, estará en alguna exposición por ahí. Pues no: estaba en casa, tirada en el puff con una manta encima y el mando a distancia que accionaba continuamente entre los diales de MTV y Tele 5 cuando conseguía despegar los párpados.
Gracias a ese diabólico trabajo en equipo, he ido retrasando las tareas del resto de asignaturas hasta el punto de no darme cuenta de que justo antes de vacaciones era el último día para enseñar a otra profesora -un ángel- los bocetos de un librillo de artista antes de la presentación del mismo (que será pasado mañana). Como me sentía fatal, fatal y no quería mostrar una desabrida falta de interés por el noble arte de la imprenta, ofrecí a sus ojos toda mi investigación sobre fanzines y edición manual perfectamente colocada en tres tableros de Pinterest.
La profe se levantó satisfecha de mi lado elogiando mi organización y disciplina. Tendría que estar ahora aquí conmigo, en la minimansión, con los desastres de una semana santa caótica y desmotivadora expuestos en todos y cada uno de los rincones de las cuatro paredes.

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