Mi embarazo es ectópico, es decir, abocado, en el mejor de los casos, al fracaso. Me falta probar una mola hidatídica para haber experimentado todo el catálogo de infertilidad. A veces pienso que es parte de la justicia divina por aquello de la infinitud de dudas que me asaltan cuando el predictor se viste con dos rayas, pero qué quieren que les diga, si dudo hasta de ponerme sandalias o converse para salir a la calle un miércoles por la mañana, ¿cómo pretenden que afronte una maternidad sin titubear?
Aunque es una soberana estupidez escribir lo que voy a escribir, lo voy a hacer. No es justo.

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