Acudí a ella en medio de la desesperación. A pesar de que pueda parecer sencillo para cualquiera, para mí el hecho de buscar ayuda psicológica de nuevo ha supuesto un mundo, porque realmente no era solo buscar ayuda si no admitir un fracaso más. Puede sonar ridículo, lo sé, pero reconocer que no puedo bregar por mí misma con mi vida –sea esta fácil o difícil– es un fracaso. [Ahora mismo mi nueva almohada me estaría diciendo que no fuera tan dura emitiendo este juicio.]
El caso es que este era solo el primer paso, y posiblemente el más importante, de una serie de pasos hacia mi recuperación que no sé muy bien qué significa, pero en ello me hallo.
El segundo se ha dado hoy, si bien ya se venía incubando desde hace semanas, quizá meses. Hoy he ido al psiquiatra (gracias al cielo, de la sanidad pública) a que me paute de nuevo mi antigua medicación. Los pocos que conocen todo mi periplo mental se asombran de que haya aguantado casi dos años "limpia". Si he de ser franca, también yo ando sorprendida a ratos, cuando pienso que lo que he hecho es similar (si-mi-lar) a quitarle la insulina a un diabético y decirle a ver cómo te apañas por ti mismo.
Sin embargo el motivo era otro distinto al porque yo lo valgo. Fallo de previsión, falta de valentía, agendas concurridas, otras prioridades... Lo que sea, pero mi cuerpo y sobre todo mi cabeza no pueden seguir más a su libre albedrío, por muy loable y grande que haya sido esto de intentar ser madre de un hijo biológico.
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