Es definitivo e irrevocable: no me presento el próximo martes 13 para defender mi proyecto de fin de grado (y le defendería de maravilla, estoy segurísima de ello).
A finales de enero de este año estuve un día completo haciéndome un planning "vital". Después de llenar hojas y hojas con tareas y deberes, concluí que había tres grandes proyectos digamos profesionales y uno personal.
Uno de esos tres profesionales era concluir de una vez por todas el proyecto de fin de grado. Llevaba más de medio año investigando y leyendo cosas que jamás hubiera creído que iba a leer (entre jerarquías angélicas y distancias de lectura en los viandantes). Me lo pasaba bien. Imaginaba en mi cabeza el proyecto impreso, con sus cubiertas maravillosas, sus anillas, sus hojas plastificadas mate. La memoria del mismo que, más que una memoria, iba a ser una especie de tesina sobre vida ultraterrena (sí, de eso va el proyecto). Y los anexos, más gruesos en su lomo que sus otros dos compañeros a cuenta de haber ido acumulando horas y horas de lecturas y observación.
Pues no. Y me encuentro tristísima hasta un punto inimaginable. Y avergonzada, de cara a la galería (¡mis tutoras! todas ellas un amor), pero sobre todo conmigo misma, hasta un punto insoportable.
De los otros proyectos profesionales, tres cuartas de lo mismo. El primero era terminar el rediseño de mi otro blog, el que me puede valer para algo (todavía no sé el qué). Esto iba a suceder hace dos meses y medio. Tampoco pasó, no hace falta más que se den un paseo por él. Le dejé en el punto más o menos de ponerme a programarlo.
Y el tercero –profesional– era encontrar trabajo. Parte de este son también los anteriormente narrados. Es decir, un blog de calidad y un proyecto fin de grado de premio. Hay más ítems que conforman este pilar, como echar currículums por ejemplo, cosa que a día de hoy, junio, no ha pasado.
El proyecto personal tampoco ha funcionado. Y a diferencia de los otros, que sé que antes o después concluirán, bien o regular, pero concluirán, este ya ha finalizado. Después de dos años intentando en serio (y seis medio en serio, medio en broma) ser madre, tiro la toalla. Mejor dicho, mi edad límite ginecológica y yo tiramos la toalla.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario