9/5/18

Propuestas musicales LVII | Historias de mis escaleras.

Tengo a un vecino ensayando al piano el primer movimiento del concierto número 3 de Rachmaninov y lo hace bastante bien, con lo difícil que dicen que es.

He tenido mucha suerte con los vecinos músicos que me han tocado a lo largo de mis catorce mudanzas (no así con la mayoría de sus gustos musicales). Nunca me ha tocado un pesado que practicara a horas poco afortunadas o un principiante tal que no supiera pisar bien las cuerdas de su instrumento.

La suerte más grande la tuve en Segovia, en mi último año de carrera. Tocaba el piano también. Como los propios ángeles. Cuando llegaba al portal y oía el sonido saliendo detrás de una de las puertas que jamás localicé dentro de aquella colmena humana, retrasaba mi entrada al piso compartido con dos compañeras de facultad. Me sentaba en las escaleras del hall y simplemente escuchaba. Era una delicia, una suerte de privée sin que el intérprete lo supiera. Yo era una fan no declarada, me consta que no la única.

Aquí, en la casa de la playa, me pasa un poco lo mismo. Cada vez que mi vecino toca, escucho atentamente desde el salón o el estudio y, aunque no lo haga tan maravillosamente bien como su homónimo segoviano, no puedo hacer otra cosa que prestarle mi absoluta atención.

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