27/9/21

No tiene importancia

No puedo decir que fuera de las primeras personas a las puertas de la tienda de discos esperando a que abrieran aquel 24 de septiembre de 1991. Con casi dieciséis años mis intereses musicales se encontraban más cerca de los New Kids on the Block (un guilty pleasure como otro cualquiera) que de una banda protestona que grababa videos con animadoras agitando los pompones dentro de ambientes cargados.

Mi relación con Nirvana empezó con seguridad un par de años después. El recuerdo de estar punteando Come as you are en la habitación de unos colegas dentro de su colegio mayor mientras pasaban el vídeo del unplugged una y otra vez en la MTV. Estar bailando Lithium  a pogo en la chupitería con mis amigos del pueblo. Un intento de fuga —infructuoso por mi parte— hacia La Casilla de Bilbao para poderlos ver en directo.

Aunque me gustaban a rabiar en aquellos tiempos, creo que me siento ahora más identificada con su ira y desconsuelo ahora que con veintipocos años (entonces era una ingenua). Me parece increíble que hayan pasado treinta años. 

Ayer pinché el Nevermind de Nirvana a todo trapo mientras trataba de arreglarme un poco. Cantaba a grito pelao algunos de los estribillos. Me entraban ganas de ponerme a fumar de nuevo, con un whisky seven Up entre las manos, y me entraban ganas de bailar.

Recordé una anécdota bobalicona que me sucedió mientras estaba trabajando en una estación de servicio para costearme el fin de la carrera. Mientras reponía alguna de las mierdas que ya se vendían a finales de los 90 en las gasolineras, fuera se oía High way to Hell de AC/DC a volumen nuclear. Una voz masculina acompañaba por momentos el canto de Brian Johnson. Terminada la colocación de las chucherías, me asomé al lavadero de coches intrigada por saber quién era ese ser tan molón: un señor de cuarenta y tantos, escaso de pelo aunque con coleta, tripudo, con una camiseta negra sin mangas y un Mercedes gigante, más gigante aún comparándolo con su estatura.

Me imagino a alguno de mis nuevos vecinos, estudiantes universitarios todos ellos, asomándose al ventanuco de su baño para cotillear el del mío pensando en quién sería la tía tan LOL que estaba vociferando In Bloom el domingo por la mañana, y que se topara conmigo.

(Tampoco tiene importancia, pero hoy es mi cumpleaños.)

2 comentarios:

  1. Lo último, sí la tiene. Desde luego que sí.

    Felicidades, o enhorabuena. Que de aquí en adelante, todo sea mejorar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Uno de los peores cumpleaños de mi vida (ni en casa se han acordado de él). Supongo que de aquí en adelante, todo a mejor :-)

      Muchas gracias por tu felicitación, Neo. Al menos tu saludo, como sé que no te tengo en el Facebook, es más o menos genuino.

      Un beso.

      Eliminar