18/10/21

Madres en la parra

Vengo del cine de ver Madres paralelas. VEN-GO-DEL-CI-NE. Lo remarco, sí, porque en estos dos últimos años sólo he ido dos veces a ver una peli en pantalla grande (en la otra ocasión tocó Nomadland). Ahora sí que me resulta carísimo de verdad este vicio mío. Al precio de la entrada —ya excesivo desde hace años— se le añade el precio por hora de la canguro que tiene que cuidar de mi hija para yo poder esparcirme durante un par de horas.

Y se estarán preguntando ustedes que qué coño les importa. Y yo les contestaré que en este post es pertinente la apostilla: soy madre y vengo del cine de ver una peli sobre madres. El problema de fondo no es que me cueste y lo que me cuesta ir al cine o no, es que a duras penas pueda ganarme la vida. Porque yo no tengo dinero para pagar una aupair que me cuide a la niña por las noches para poder descansar, no tengo una mucama que me haga las labores de casa ni una madre de día que se encargue de mi pequeña mientras yo (también) edito las fotos que suelo hacer con ella en brazos o merodeando alrededor.

La sociedad nos dice oye, tú, mujer, ten hijos que es una maravilla. Además nos alienta a ser abnegadas con esas criaturas que nos invita a tener, pero a la vez, perversa ella, nos pone todas las trabas del mundo para que el cuidado de los hijos que nos reclama tenga un mínimo de calidad porque tenemos (también) producir y producir no de de cualquier manera. Tiene que ser fetén todo lo que hagamos puesto que a nosotras no se nos perdona ni una cagada. Es en este punto donde suele aparecer la culpa porque parece que, una vez nos convertimos en madres, nunca estamos donde tendríamos que estar.

Ninguno de estos problemas parecen ser perentorios para Janis, el personaje que interpreta Penélope Cruz en su última película almodovariana, ni de Ana, interpretado por Milena Smidt (necesito ver más pelis de esta chica para saber si es una genia de la interpretación o es así de lánguida de serie), el secundario. Oye, que yo me alegro por ellas, de verdad. Debe ser maravilloso tener una maternidad así, asistida, aunque sea a base de chequera. Pero no es real o no al menos para el común de las mortales.

Tengo que decir que a nivel formal me ha gustado la peli de Almodóvar. Es entretenida, tiene unos escenarios de caérsete la baba (hasta esa casa del pueblo, por dios, ¡qué cocina! y eso que no viven ahí de manera habitual), unos colores alucinantes y buenas actuaciones. Aunque describe muy muy muy de puntillas lo que es ser madre hoy en día y mezcla churras con merinas a placer. Porque no me digan ustedes que el tema principal de la peli (que no voy a destripar aquí, no tengan miedo) y las subtramas que genera no da suficiente texto como para hacer una película en exclusiva. ¡Qué va! Vamos a meter —con calzador— la memoria histórica (otro tema que tiene poca tela que cortar como para no hacer pelis y pelis y pelis dedicadas en su totalidad, como la sobrecogedora El silencio de otros producida, por cierto, por El Deseo).

Miren, no sé. A mí Almodóvar me fascina (fíjense en cómo se titula este blog que no lee casi nadie). Mataría por ser una chica almodóvar: me conformaría con llevarle los cafés y hacer las fotocopias, hasta ese nivel llega mi pasión. Sin embargo hay que saber ser críticos, incluso con tus ídolos: cualquier madre primeriza con ganas infinitas de serlo (¡atención, posible spoiler!) sabe perfectamente lo que es la muerte súbita.

_Nota al margen_ Recuerdo ahora el jaleo que se montó con el cartel "teaser" diseñado por Javier Jaén y pienso que no sé a cuenta de qué tanta trifulca cuando la lactancia materna brilla por su ausencia en todo el film. Ni una teta lactante se ve. De hecho ahora mismo me planteo no sé a cuenta de qué ese cartel si tiene tan poco que ver con la peli.

No hay comentarios:

Publicar un comentario