23/12/05

Fuera vendas

Aquellos que me conocéis ya sabréis que, no es que no me guste la Navidad, es que más bien la odio. Por mí suprimiría estos días del calendario gregoriano que es el nuestro. Odio tener que pasear por el centro de Madrid porque está barruntado de personas. Odio tener que ir a comprar cualquier cosa al mercado porque está todo por las nubes. Odio tener que coger los transportes públicos porque están a tope de personal. Del coche particular prefiero no hablar (tres horas para hacer unos 15 kilómetros el año pasado son más que suficientes). Odio la cena de Nochebuena porque normalmente me toca a mi cocinar para los once o doce que nos juntamos en la Quinta de los Sustos. Y ojalá sólo fuera cocinar porque también es devanarse los sesos con lo que le gusta a menganito o a citranita, también supone chuparme unas colas de infarto en la pescadería, charcutería, carnicería y tienda de variantes (coñe, que en mi pueblo sólo somos 9.000 habitantes. De dónde diantre saldrá tanta gente el 24 de diciembre por la mañana).

Un largo etcétera de cosas que no viene a cuento contar aquí. Realmente lo que no me gusta de estas fechas es ese afán consumista, esa necesidad de tener que estar por huevos con tu familia aunque tú vivas en Kuala Lumpur y ellos en Palencia y al día siguiente tengas faena, esas prisas que nos llevan al dispendio absoluto y desenfrenado. Luego llegan los lloros y las cuestas de Enero.


Pero sí que me gusta una cosa: parece que somos más buenas personas. Se nos pasa enseguida, pero en estos quince días somos extraordinariamente generosos y amables (mientras que el que esté delante de ti en la pescadería no te lleve todo los camarones).

Bueno chicos, no os aburro. Soy una reniegas pero luego hago lo que todo el mundo: me encanta pasear y ver las lucecitas (qué horteras) de las calles, me gusta lanzar sonrisas a diestro y siniestro, me gusta mirar escaparates y pensar “mmm, esto seguro que le gusta a mi hermana… y aquello para mi Momi querida… para Paquete, ay, nunca sé qué comprar a mi adorado tormento…”, me gusta brindar con cava y jugar al cinquillo o la perejila con mis hermanos, madre, perros, periquitos, cuñados, cuñadas, primos, tíos y tías después de una opípara cena a base de pescados y lechazo asado de Castilla. Otro día tendremos tiempo de pensar en la dieta.

Queridos míos, de todo corazón: ¡¡¡FELICES FIESTAS!!!

Miles de besos, sonrisas, mimos y apachuchones.
Cal.

PD. Las personas de las que tenga su dirección recibirán una postalita con el dibujito de aquí arriba escrita con mi puño y letra.

PD. La ilustración la he rescatado de esa gigantesca papelera a la que van a parar los dibujos que no les gustan a los clientes. Qué curioso, lo dibujé pensando en quitarse la venda navideña que nos ponen por delante, pero al cliente le tuve que decir que se trataba del gorro olvidado por San Nicolás en casa de la familia llamémosla X por el calor que allí había. Era para una empresa que suministra energía a los hogares españoles. Escogieron otra ilustración.

PD. Me voy a Berlín. Estaré off hasta el año que viene. Auf wiedersehen.