20/12/05

Sesenta y nueve

Mucha gente celebra su aniversario, su onomástica, su santo, su artículo / post / entrada número cien, etcétera. Pues yo voy a celebrar el post número 69. Básicamente porque ésta no sería la entrada número 69 sino la 106, si contamos con los 37 “artículos” de mi anterior y difunta bitácora. Y como 106 no es ningún número especial, pues encomio el otro. Podría haber sido el número 101 y así, aprovechando que el Pisuerga también pasa por mi pueblo además de por Valladolid, dedicar el colgajo de hoy a Depeche Mode. Pero no.

Forzando la cohesión del escrito, ya que hablamos de números eróticos también pensaba decorar este esperpéntico texto -me gustaría a mí hacerlo con la mitad de maestría que don Ramón María- con alguna de las ilustraciones del Kama Sutra que de mi mano han salido. Pero tampoco. Lo voy a guarnecer con algo autóctono, con algo muy nuestro, algo tan del norte de esta España nuestra como es el Románico Erótico. ¿Cómo? Sí, queridísimos navegantes: iglesias románicas con auténticos monstruos humanos pertrechando barbaridades –algunas sí, otras no- sexuales y mostrándonos impúdicamente sus gónadas. Si no lo creéis pinchad aquí. Y aquí. Y aquí. Lo siento, esta vez no concurren fotografías de la abajo firmante a pesar de que la mayoría de estos sacro santos lugares están a pocos kilómetros de la Quinta de los Sustos, osease, mi casa.


Y ahora viene el meollo de la cuestión: ¿seríais capaces de compartir ese momento erótico que está guardado en el fondo de vuestra memoria aquí entre nosotros y nosotros? Daré el pistoletazo de salida con el mío:

Érase una vez una niña pequeña, muy pequeña. Levantaba poco más de un metro del suelo y contaba con seis añitos de edad. Esa noche no podía dormir. Tenía un insomnio terrible. La casa estaba tan silenciosa que era más bien una molestia para llegar a la fase rem del sueño. Parecía que no hubiese nadie.

Fue entonces cuando, ¡vete tú a saber porqué!, decidió levantarse y poner la televisión. Con un pequeño brinco encendió el aparato. A la sazón sólo había dos canales -VHF y UHF, que hoy serían TVE 1 y La 2- y los fotogramas todavía no estaban teñidos de color. 

Cuando la imagen hizo acto de presencia, en escena estaban un hombre canoso de mediana edad y una chica morena desnudos haciendo extraños ejercicios gimnásticos.

La pequeña niña tuvo que crecer unos cuantos centímetros más y echar a sus espaldas los años de la adolescencia para darse cuenta de que aquello era “El último tango en París”.

Tic tac, tic tac, tic tac.

No hay comentarios:

Publicar un comentario