20/11/08

El árbol que no vimos

Cuando eres adolescente una de las vivencias que más marca a tu grupo de iguales es ser el primero que saca el carné de conducir. Ese primero, esa persona que antes alcanza los 18 ó que antes tiene el dinero y aprobación paterna, se convierte de golpe y porrazo en una especie de líder de la manada. Muy posiblemente su primer coche sea una cascarría que anda de milagro. Un Ibiza sacado del desguace más cercano. O tal vez papá le preste el suyo a ratos. Ah, no, ahora sería mamá que tiene el coche más pequeño y manejable (tonta de mí, pensaba en las pubertades de los años 80).

En mi pandi fue Lamoni. Desde entonces es la líder indiscutible entre nosotras. Si Lamoni dice o hace algo las demás asentimos, obedecemos y punto. Además es que nos gusta porque Lamoni es muy carismática. Pues bien, como iba diciendo Lamoni fue la primera en tener la papeleta rosa entre sus manos.
- Que no, pringá, que es un carné digitalizado como las tarjetas de crédito.
-Uys, es verdad... Pero, ¡cállate, coño! En aquellos entonces era un papel roñoso y rosa.
- ...

Esa misma tarde decidimos ir con Lamoni a tomar un café al camping cercano a nuestro pueblo. Para ello necesitábamos un coche (también podríamos haber caminado cinco kilómetros, pero no era el caso). Como los padres de Lamoni tienen una autoescuela, le prestaron, una y no más Santo Tomás, el Talbot Solara, blanco, brillante, impoluto, de papá. Y os montamos cinco en el coche. Y nos fuimos al camping. Y tomamos café, fumamos cigarrillos, jugamos al Mus, echamos unas risas.

El día empezaba a caer así que decidimos volvernos a nuestras casas antes de que se volviera todo demasiado oscuro. Nos montamos las cinco en el coche. Lamoni se situó en el asiento, colocó los espejos mientras bromeaba con nosotras, metió marcha atrás e intentó sacar el coche embalado rumbo al caminillo principal lleno de guijarros. Hasta que rozó con uno de los pinos que poblaban el aparcamiento. Toda la puerta del copiloto rozada, como el orgullo de Lamoni, y hundida, como nuestras ilusiones de niñas.

Imaginaos que en vez de pino tenemos una columna de párkin y que en vez de amigas adolescentes con prisas por el toque de queda paterno están las prisas por llegar al curro. Imaginaos que quien conduce no es Lamoni sino Miss Calamity...

Pues eso, mi primer golpe (¡chispas!)

3 comentarios:

  1. Me llevas ventaja.
    Yo no tengo carnet de conducir (ni tendré, si es por ganas mías ;-))

    ¡Ánimo! :-)

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  2. Pues yo he tardado muchísimo en sacarlo. Desde mi más tierna infancia me apasionaban los coches (ahora digamos que me gustan). El primer "accidente" que tuve fue con seis añitos. Un anécdota curiosa: estábamos en casa de mi tía Ángeles, me aburría como una mona, pedí las llaves de la Diane 6 a mi padre, y la encendí. Como no me llegaban los pies a los pedales la furgoneta se cayó para atrás y di un golpecillo al coche de atrás. XD

    La verdad es que tener coche te da mucha libertad, Servidora. Yo tardo una hora y pico en llegar al curro todos los días (más una hora y pico en volver; sin contar con la hora y media que tengo para comer, lo cual supone unas doce horas diarias yendo, estando y viniendo del curro). Ahora con el coche, teniendo un atasco de la puñeta, tardo media hora, tres cuartos.

    Un besote. C.

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  3. Claro que también es un gasto de la leche... También hay que pensar que en el transporte público, cuando no está hasta las patas, puedes leer, dibujar, escuchar música... A todo esto (a lo último no) he tenido que renunciar...

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