29/11/10

La sinceridad del señor alemán

Ayer llegué de nuevo al pueblo de mis padres. Para evitar la tristeza que me hubiera provocado estar en esta enorme casa sola, pasé la tarde con mi madre, su hermana, su marido y su amiga (juntos sumaríamos más de trescientos años). Se había montado un tinglado tremendo en casa de mis tíos a cuenta de un cortocircuito provocado por, más tarde lo sabríamos, el horno. Bajo cero en la calle y sin calefacción ni luz.

Cuando se medio solucionó todo -¿por qué estas urgencias suceden siempre en días festivos?- nos sentamos juntos a tomar un cafecito caliente y una tarta de hojaldre bien merecida. Yo me situé al lado de mi Momi y ella se humedeció un poquitín el dedo pulgar para pasarlo insistentemente por debajo de mi ojo.

- ¿Qué tengo, mamá?
- Ay, no sé, lo tienes como manchado...
- Pero ¡si voy sin maquillaje, ni pintura!
- Espera, que te lo quito -insistía la pobrina con su desmañado dedo.
- ¡Que no, mujer, que son las ojeras!

¡Ay, señor, señor!

2 comentarios:

  1. Mi ex-suegro también le llama así, el amigo alemán :-)

    Cuidate, Cal, cuidate mucho.

    Un beso enorme.

    ResponderEliminar
  2. Cuando estaba embarazada me abrí un blog (en el que no me dio casi tiempo a escribir nada entre que pensaba si lo iniciaba o no) que se titulaba Hera y el señor alemán. Me daba un poco de cosa porque Rober es también alemán, pero no me refería a él, claro, sino a Alois Alzheimer. Tendría que abrir una categoría titulada así para contar las peripecias de mi madre que a veces es la bomba.

    Me cuido, Filla o al menos lo intento. Está nevando y me acuerdo mucho de vosotros, de lo que os gustaría ver todo teñido de blanco nuclear.

    Otro besazo para ti.

    ResponderEliminar