14/1/11

Diálogos con la almohada I

Pues que me cuenta mi almohada que estoy echando ahora toda la angustia acumulada no ya sólo en este último año y medio -duro como el granito- sino de los últimos treinta y cinco años de mi vida. ¡Toma!

¿Y cómo es eso de echar la angustia, qué es lo que estoy haciendo? Pues ni más ni menos que alejar a toda la gente que me quiere de mi lado. Inconscientemente (ya lo creo que inconscientemente). Atención: el que se acerca a mí ahora corre el riesgo de ser vapuleado y maltratado por la abajo firmante. ¡Arrea!

¿Eso por qué? Por algo muy simple, a priori: fui abandonada al nacer. Yo que pensaba que todo eso lo tenía superado y va a ser que no. Por lo visto los dos embarazos fallidos han despertado al monstruo adormecido. Tal vez mi almohada tenga su gran parte de razón porque sí bien es verdad que nunca he sentido la necesidad de acudir a la llamada de la sangre, este año se confabularon unas características especiales que hicieron que tuviera que buscar mi partida de nacimiento.

Encontré la oficial. Pedí la oficiosa. No me preguntéis qué instinto fue el que me llevó a hacer aquello porque ni yo misma lo sé. Fue entonces cuando cambió un tanto la novela que me había formado en la cabeza desde pequeña y que más o menos concordaba con la costumbre de la época hacia las madres solteras. El caso es que en el papelajo apareció el nombre de un varón: mi padre. Y si aparece un hombre el hecho de abandono por el qué dirán está un poco fuera de lugar, ¿no?

2 comentarios:

  1. ¿ Vas a seguir buscando?
    Es probable que muchas cosas de tu vida se aclaren...

    Espero seguir leyendo

    Un abrazo muy grande

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  2. La almohada me aconseja que llegue hasta el expediente, que me vendrá bien saber, igual que tú, Aquí. Nunca he tenido interés por conocer a mi familia biológica, así que supongo que llegaré al expediente y ya está, salvo que me pique la curiosidad. Un beso grande, grande.

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