15/3/11

The Fighter y compañía. Familias tóxicas.

Me he pasado el fin de semana viendo películas en las cuales las familias tóxicas son la norma. Winter's Bone y The Fighter. Y me viene de perlas haberlas visto porque desde un tiempo llevaba escribiendo en mi mente una entrada sobre La Boda de Muriel, otra película con familia para-echar-de-comer-a-parte, que programaron a altas horas de la madrugada en una cadena de televisión de tercera división y que yo vi de la misma forma en que los creyentes acuden cada domingo a misa: con devoción.

Por supuesto les recomiendo encarecidamente que vean las tres. Cada una en su estilo, a saber: en Muriel, se van a encontrar con una chiquilla medio panoli a la que lo único que le mueve es conseguir un día salir en la portada del Hola! australiano con un espectacular vestido de novia, algo verdaderamente improbable, más con los parásitos que tiene por hermanos y padre; en el luchador, las drogas, el excesivo y asfixiante amor de una madre por sus hijos y el éxito truncan la vida del benjamín; en winter's un padre egocéntrico, egoísta y solipsista, que solo mira por salir de la cárcel aún a pesar de sus tres hijos y esposa, hace pasar algo más que un mal rato a la primogénita que con tan solo diecisiete años tiene que tirar para adelante con la prole y una familia -la de su padre- que cumple plenamente con el refrán español de mejor solo que mal acompañado.

No les quiero estropear las películas así que no voy a contar más de la trama. Pero sí que hay una cosa que me llama la atención poderosamente cuando veo este tipo de cine y lo comparo con la vida real o al menos con la vida real que me ha tocado vivir y ver a mí, esto es, el concepto de redención. Sinceramente no creo que se dé de manera tan natural y frecuente en la vida real, ¿no?

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